Revista de Filosofía y Teoría Política, 2002, nº 34, p. 23-28. ISSN 2314-2553
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Filosofía.

Ponencia/Congress paper

El escepticismo como método en las Meditaciones cartesianas: Historia de la Filosofía Moderna

Alejandro Adán


Soy el único hombre en la tierra y
acaso no haya tierra ni hombre".
Jorge L. Borges

El destino de cualquier escrito es persuadir al auditorio. Por este motivo en la presentación de un texto está implícito su éxito o la causa de su fracaso.

Las Meditaciones cartesianas no escapan a este principio. Descartes propone un camino progresivo para alcanzar la verdad. Este método lo obliga a suponer que accede a la verdad de sus tesis dentro del texto mismo. Lo escribe en primera persona para facilitar este camino ascendente que sugiere al lector la vivencia de cada uno de los pasos para alcanzar el saber. Ahora, es indudable que Descartes ya había superado todas las dificultades que el texto favorece y la mera mención de ellas es una estrategia estilística.

Una presentación que a primera vista parece objetiva e imparcial, manifiesta su carácter voluntaria o involuntariamente tendencioso, cuando se la confronta con otros testimonios en sentido opuesto. Este trabajo se estima en ser un ejemplo de esa figura retórica. El motivo que me inspiró la elección es que el pluralismo aguza el sentido crítico.

Intentaré comparar la primera meditación de Descartes con algunos pasa jes del libro de Sexto Empírico Esbozo del Pirronismo. Ambos, en relación con su método, parecen ser paradigmas de una misma tendencia, el escepticismo; pero en la expresión de estos autores se denota una oposición en cuanto a las tesis que exponen. A partir de esto explicaré por qué la presentación planteada por Descartes no es una estrategia adecuada para mostrar sus logros.

Sexto Empírico define al escepticismo como "la capacidad de contrastar fenómenos e intelecciones de un modo cualquiera, a partir de la cual se llega, mediante la equipotencia de los objetos dados y de los razonamientos contrapuestos, primero a cierta suspensión mental y, luego, a la imperturbabilidad".1

Descartes reconoce esta influencia en la respuesta a las objeciones que le hace R. P. Mersenne. "Por ello - dirá -, no conociendo nada más útil, a fin de alcanzar un conocimiento firme y seguro, que acostumbrarse a dudar de todo antes de dar nada por cierto, y aún teniendo yo noticia hacía tiempo de diversos libros de los escépticos y académicos tocantes a dicha materia (por lo que no sin disgusto recorría un sendero tan trillado), no he podido dispensarme de dedicar a eso una meditación entera".2 Esta confesión es impugnada por Hobbes en sus posteriores objeciones.

Descartes comienza advirtiendo que desde su infancia había admitido como verdaderas muchas opiniones falsas; por esto emprende la tarea de deshacerse de ellas para establecer algo firme y constante en las ciencias. Para conseguir este designio rechazará las opiniones en las cuales encuentre el más pequeño motivo de duda.

Sexto Empírico, por su parte, cuando establece las denominaciones que recibió la escuela escéptica nos cuenta que fue llamada dubitativa porque duda de todo y mantiene una indecisión respecto de afirmar o negar. Lo que presente algún tipo de duda es susceptible de ser falso.

Sin embargo, la duda metódica es distinta a la duda escéptica. Por un lado, la primera intenta desentrañar lo verdadero de lo falso, mientras la otra tiende a invalidar toda tesis. También en cuanto a los fines se diferencian, mientras Descartes intenta encontrar algo firme y constante para la ciencia o un punto de partida seguro desde el cual incrementar metodológicamente el conocimiento; la otra nada determina, sólo busca (o espera) como premio a sus investigaciones, anticipadamente infructuosas, que accidentalmente suceda la imperturbabilidad. Por eso se dice que la imperturbabilidad es la finalidad de la investigación escéptica.

Ambas invalidan la experiencia de los sentidos y consideran que no hay razones firmes para diferenciar el sueño de la vigilia.

"Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y verdadero - nos dice Descartes -, lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien, he experimentado que tales sentidos me engañaban, y es prudente no fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado una vez".3

Para extender el carácter dubitable de la experiencia empírica Descartes desarrolla su argumento referente al sueño: "(...) hay ciertas ocasiones en las cuales no podemos dudar de los sentidos, como, por ejemplo, que estoy aquí, sentado junto al fuego, con una bata puesta y este papel en mis manos. Pero como en los sueños suelo representarme de esa manera y éstos me engañaron con ilusiones semejantes (...)"4 , por eso decide que no hay indicios concluyentes ni señales que basten a distinguir con claridad el sueño de la vigilia.

A diferencia de Sexto Empírico, Descartes, a través del argumento del sueño invalida toda la experiencia empírica. En cambio, Sexto Empírico en sus tropos establece la equipotencia del sueño y la vigilia para suspender el juicio en esta materia.

Para Descartes "(...) las matemáticas tratan de cosas muy simples y generales, y al no ocuparse de cosas que existen o no en la naturaleza, contienen algo cierto e indudable".5 Aristóteles observaba, en su Metafísica, el carácter abstracto de los objetos matemáticos y su consecuente dependencia de los objetos físicos. Es por eso que no los puede considerar como tema de la filosofía primera. El lenguaje posee una existencia análoga. Tanto el lenguaje como los números son creaciones del hombre, y existen de maneras particulares, a saber, en signos o dentro del pensamiento. Los signos se invalidarían en la experiencia empírica a través de razonamientos parecidos a los que referí anteriormente. Pero para invalidar la veracidad de lo susceptible de ser pensado, habrá de construirse una tesis muy distinta. Parece evidente que una duda de tales dimensiones no sólo mostraría el carácter dudoso de los objetos matemáticos y del lenguaje sino que confirmaría, además, las dudas anteriores. La tesis de la existencia de un genio maligno que aplica todo su poder en engañarnos es la que utiliza Descartes para ocupar este rol. Aunque éste no advierte que esa tesis afectaría al lenguaje. "Así pues, supondré que hay, no un verdadero Dios - que es fuente suprema de verdad -, sino cierto genio maligno, no menos artero y engañador que poderoso, el cual ha usado toda su industria para engañarme"6 . Como se podrá advertir Descartes recurre a una figura literaria p araproponer la duda. Una duda tan radical nunca se había planteado (ni aun en el caso de Sexto Empírico).

Es importante advertir cómo Descartes establece esta tesis. Descartes supone la existencia de un genio maligno, puesto que, al meditar acerca del carácter imperfecto del hombre, considera que es posible que este genio exista. Así de la posibilidad de su existencia deviene, en esta primera meditación, que tal genio existe. Leibniz critica el argumento que Descartes toma de San Anselmo, con una crítica que, a su vez, le es ajena. Dios existe porque es posible su existencia. Parece curioso que Descartes haya utilizado el mismo argumento de Santo Tomás en el caso del genio maligno.

Usando la metodología de la equipotencia de razones podemos concluir que, la sola presunción de la existencia de un genio tan poderoso como malvado, invalida la existencia de Dios. Esta sana equipotencia nos arrastraría a suspender el juicio a este respecto. Es curioso que ésto no suceda en las Meditaciones cartesianas; aunque más dudoso es que en la tercera meditación, sea la prueba de la existencia de Dios la que invalide la existencia de dicho genio. Descartes al valerse del escepticismo trae hacia sí críticas escépticas.

Cuando supera la hipótesis del genio maligno en su segunda meditación cae en una suerte de solipsismo puesto que no podrá imponer otra verdad intuitiva tan fuerte como su cogito ergo sum.

En el sistema cartesiano Dios es el criterio de verdad. Así todo lo que se percibe es verdadero porque un Dios que es toda bondad, no engañaría. El científico ateo jamás podrá alcanzar la certeza en sus investigaciones, según Descartes, puesto que para ellos no existe nada que ratifique sus opiniones. Seguramente aquí se refiere a algunos libertinos eruditos de su tiempo que profesaban tesis equivalentes al agnosticismo actual. A pesar de no creer en un Dios, la hipótesis del genio no debe ser descartada por aquellos que se dediquen a la ciencia. Estas afirmaciones simultáneas (la existencia de Dios y del genio maligno) confirman la invalidez del argumento desarrollado por Descartes en su texto.

El escepticismo buscaba la imperturbabilidad en la vida práctica. Para lograr este desideratum creía necesario levantarse sobre el dogmatismo. Descartes utilizando los argumentos escépticos logra establecer un principio indubitable; aunque la continuación de su teoría ahondará en dogmatismos de toda clase.

Popkin, siguiendo a Descartes, remite en su historia del escepticismo que el cogito ergo sum no se entiende como un silogismo sino que se establece a partir de la duda.

Husserl advirtió que el Cogito cartesiano no toma en cuenta la existencia del otro, del alter ego. Así un escéptico podría manifestar su incredulidad respecto a esta certeza argumentando que ésta es relativa, y, como tal, inválida.

Descartes fue instruido en el trivium medieval por los jesuitas, y también por éstos se puso al corriente de los pensamientos escépticos. Estas tempranas enseñanzas, sin duda, afectaron su desarrollo científico.

Así, la novela metafísica cartesiana se ve solventada por figuras retóricas que distraen la atención del lector e imposibilitan entender el verdadero alcance del escrito. Puesto que no era novedoso para la época la postulación del cogito ergo sum como refutador del escepticismo, esta empresa ya la había emprendido San Agustín (como gusta en citar Arnauld): "Os pregunto primero, a fin de comenzar por lo más manifiesto, si existís; y si acaso teméis equivocaros al responder a mi pregunta, ¿cómo podríais equivocaros si no existierais?"7

La verdadera novedad del cogito está en su aplicación; a partir de éste Descartes plantea la ruptura con la noción de forma y materia aristotélica. El cogito capta la esencia del objeto por una suerte de intuición.

Creo que Descartes debiera de haber utilizado otro tipo de presentación, para que su teoría sea más clara y pueda pensarse separada del escepticismo (dado que así atrae las críticas escépticas). En el contexto histórico social que dominaba la producción filosófica de la época es donde se deberían buscar las razones por las que Descartes se resolvió a utilizar esta forma de presentación.

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1. Sexto Empírico, "Esbozo del Pirronismo. Libro I". En: Cuadernos de Filosofia y Letras. Bogotá,

Colombia. Volumen X, p. 6.

2. Descartes, R. (1977), Meditaciones Metafísicas con Objeciones y Respuestas. Madrid, Clásicos

Alfaguara, p. 108.

3. Descartes, Ibid. pág. 18.

4. Descartes, Ibid. pág. 18.

5. Descartes, Ibid. pág.19.

6. Descartes, Ibid, pág. 21.

7. Descartes, Ibid, pág. 162.

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