Revista de Filosofía y Teoría Política, 2002, nº 34, p. 199-208. ISSN 2314-2553
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Filosofía.

Ponencia/Congress paper

Platón y Aristóteles contra Protágoras: Estrategias de refutación del relativismo sofístico

Graciela Elena Marcos de Pinotti


El propósito de este trabajo es individualizar y comparar los tratamientos que hacen Platón y Aristóteles de la doctrina de Protágoras. Ambos filósofos son fuentes importantes para su estudio, pero también los mayores críticos de la posición relativista tradicionalmente atribuida al sofista de Abdera. Los dos coinciden en que la tesis del hombre-medida, a la vez que introduce una forma de relativismo, se refuta a sí misma. Con todo, las líneas de ataque seguidas en cada caso son diferentes, probablemente porque son también distintas las empresas en que uno y otro están embarcados en ocasión del tratamiento de Protágoras. Platón se ocupa extensamente de éste a lo largo de la primera parte del Teeteto, diálogo cuyo tema es la naturaleza del conocimiento, con el propósito expreso de probar que conocimiento y sensación no son lo mismo. Su interés es, pues, primariamente epistemológico. Aristóteles, por su parte, se ocupa de la doctrina de Protágoras en el libro IV de la Metafísica, en el marco de su defensa del principio de no-contradicción (PNC),1 donde retoma alguna de las críticas que su maestro dirige al sofista -apela, incluso, a ejemplos del Teeteto mostrando que son inaceptables las consecuencias ontológicas de la doctrina de la medida. Al examinar, entonces, las respectivas estrategias, procuraré aclarar hasta qué punto ellas toman sentido a la luz de los diferentes propósitos que mueven a Platón y a Aristóteles a ocuparse de Protágoras. Por otra parte, si es cierto, como creo, que la polémica con la sofística está en el origen de muchas de las doctrinas que los dos filósofos transmiten en sus escritos, se hace posible identificar aquellos aspectos de las respectivas filosofías que pudieron haberse gestado al calor de ese enfrentamiento, es decir, como reacción ante la corriente de pensamiento sofístico que tiene en Protágoras uno de sus exponentes más calificados. La figura del Abderita, en tal sentido, ha sido escogida como representante de una corriente de pensamiento contemporánea de Platón y Aristóteles y hostil, en buena medida, a ellas, sin que esto deba considerarse un obstáculo a la hora de echar luz sobre la constitución y desarrollo de una filosofía. Por el contrario, la hipótesis que guía este trabajo es que aspectos centrales del pensamiento de Platón y de Aristóteles se fueron constituyendo y moldeando gradualmente, como producto de pacientes y sostenidos esfuerzos de investigación llevados a cabo en el marco de un intercambio vivo con otras corrientes de pensamiento. Y no únicamente con posiciones afines cuya filiación la filosofía en cuestión no podría negar -caso de Platón con Sócrates, o del mismo Aristóteles con respecto a Platón- sino con posiciones alejadas y aun hostiles a la propia. De aquí proviene, básicamente, el interés por examinar la polémica que enfrentó a ambos filósofos con Protágoras.

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En primer término, me ocuparé de apuntar algunas de las diferencias más salientes entre los tratamientos que nuestros dos filósofos hacen de la doctrina protagórica.

- Un primer punto con relación al cual podemos trazar una comparación concierne, como dije, a las empresas diversas en que Platón y Aristóteles están comprometidos en ocasión del tratamiento de Protágoras. En el Teeteto, Platón trae a colación su doctrina una vez sugerida la primera respuesta a la pregunta qué es el conocimiento?, que hace consistir a éste en mera sensación. La tesis protagórica del hombre-medida, a sus ojos, niega la posibilidad del conocimiento como una instancia diferente, y más elevada, que el mero uso de los sentidos, suprimiendo además la distinción entre realidad y apariencia. Aristóteles, por su parte, se ocupa de Protágoras en ocasión de argumentar en favor del PNC, por advertir que la relativización de la verdad que encierra la tesis de la homomensura conduce a admitir que afirmaciones contrarias acerca de la misma cosa pueden ser ambas verdaderas, lo cual viola el principio en cuestión. Distintos son, entonces, los contextos en que los dos filósofos emprenden el tratamiento de la doctrina de la homomensura.

- En segundo lugar, las críticas que uno y otro dirigen a Protágoras ponen énfasis, también, en aspectos diferentes de la doctrina de la medida. El interés de Platón, si nos atenemos al menos al argumento final contra el igualitarismo de las opiniones implicado en la tesis del hombre medida, conocido como argumento de la auto-refutación (Teet. 171a-c), residiría en mostrar que la posición protagórica es lógicamente inconsistente. Aristóteles, en cambio, insiste en las consecuencias ontológicamente inaceptables de la doctrina de la medida, cuya negación del PNC acarrearía la eliminación de la ousía y la esencia.2

- En cuanto a las estrategias argumentativas adoptadas por nuestros filósofos al enfrentarse a la doctrina de Protágoras, P. Gottlieb advierte que el argumento aristotélico desplegado en el libro IV de la Metafísica procede en orden inverso al de Platón. Este último, según observa la autora, parte de la posición protagórica y afirma de inmediato su solidaridad con la doctrina de que nada es una cosa en sí misma y, por ende, su violación del PNC y las consabidas dificultades en el plano del lenguaje. Aristóteles, en cambio, comienza reclamando a su oponente que diga algo significativo, es decir, parte del lenguaje, comprometiéndolo a la aceptación implícita del PNC y - en una versión más ambiciosa de su argumento- a reconocer que hay sustancia y esencia, lo cual hace a la tesis protagórica insostenible.3

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Las diferencias apuntadas no impiden reconocer coincidencias importantes en las interpretaciones que sendos filósofos hacen de Protágoras. Vayamos, entonces, a los puntos en que convergen los dos tratamientos que nos ocupan. Por ejemplo, la conexión estrecha que tanto Platón como Aristóteles detectan entre la doctrina de la homomensura y la tesis movilista extrema, procedente de Heráclito.

- Lo cierto es que en el Teeteto, Platón asocia la fórmula de conocimiento como sensación no sólo con la tesis protagórica del hombre medida, sino también con el heraclitismo extremo para el cual "nada es una cosa en sí misma, ni puede ser adecuadamente nombrada con un término definido, y ni siquiera puede decirse que sea de una especie definida" (Teet.152d). Mucho se ha discutido a propósito de la singular "combinación dialéctica" -en terminología de F. Cornford-4 que traza Platón entre tres doctrinas que, a su entender, dicen lo mismo. En todo caso, no cabe entender esto último literalmente. No se trata, en efecto, de que Protágoras sea un heraclíteo confeso, como no podría serlo Homero, ni necesariamente aquellos pensadores a los que Platón no vacila en adjudicarle aquí la tesis movilista. Todos los filósofos de la naturaleza a excepción de Parménides, en rigor, están presentados aquí como adeptos al heraclitismo en la versión extrema que llega a Platón a través de Cratilo. En lo que a Protágoras concierne, que es quien nos interesa, se lo incluye seguramente para expresar que la posición que reduce el conocimiento a mera sensación, ontológicamente considerada, se compromete con una realidad en la que nada permanece sino que todo está sujeto a un permanente fluir. Es en una realidad semejante, a los ojos de Platón, donde toma sentido la tesis protagórica del hombre medida.5

En cuanto al tratamiento aristotélico de Protágoras en el libro IV de la Metafísica, al comienzo del capítulo 5 Aristóteles subraya la solidaridad entre su doctrina relativista y la de quienes niegan el PNC: ambas resultan del mismo modo de pensar, nos dice, y se implican mutuamente (Met. IV 5, 1009a6-7). Seguidamente, Aristóteles menciona a quienes habrían negado el PNC tras advertir las dificultades y contrariedades inherentes a las cosas sensibles, sujetas a devenir. La nómina arroja coincidencias significativas con la del Teeteto, ya que Aristóteles menciona a Empédocles, Demócrito, Anaxágoras, Homero y, finalmente, a la doctrina heraclítea extrema tal como la sostuvo Cratilo, quien habría sido lo suficientemente consecuente con su doctrina al punto de renunciar a decir algo, limitándose a señalar.6

Hallamos, pues, que tanto Platón como Aristóteles encuentran una afinidad entre la doctrina protagórica y la tesis movilista de raíz heraclítea y absolutizada por Cratilo. Más aun, el parentesco que detectan entre doctrinas diferentes ilustra otra coincidencia profunda, que concierne no ya al contenido de las doctrinas consideradas, sino a la naturaleza del procedimiento que ambos ponen en juego al ocuparse de precedecesores y contemporáneos. No se trata, en rigor, de que Protágoras y los heraclíteos hayan dicho lo mismo, tal como da en expresar Platón, como tampoco que ambos hayan negado el PNC, como quiere Aristóteles.7 Simplemente, las doctrinas de otros pensadores son para Platón y Aristóteles, como para todo filósofo, materiales pasibles de ser remodelados para sus propios propósitos, a los que acuden con un interés, diríamos, ni histórico ni desinteresado, sino filosóficamente orientado en función de la investigación actual en que cada uno de ellos está comprometido.

- Ya avanzado el cap. 5 de Metafísica IV, luego de la referencia a los filósofos de la naturaleza que negaron -en el sentido ya explicado- el PNC, Aristóteles retoma la doctrina de Protágoras según la cual todas las opiniones y 'pareceres' son igualmente verdaderos. Las críticas que dirige a esta posición recogen en buena parte lo dicho por Platón en la primera sección del Teeteto, en el marco de la discusión en torno a la aísthesis.

Una primera objeción de Aristóteles a la tesis de que todo lo que parece es verdadero es que aísthesis y phantasía no son lo mismo (cf. 1010b1-4), de donde no cabe hacer extensiva a la segunda la infalibilidad propia de la primera. La objeción toma sentido desde la propia concepción aristotélica de la phantasía como una suerte de subproducto de la sensación, distinta tanto de ella como del pensamiento (diánoia).8 En este punto la concepción aristotélica se acerca notablemente a la de Platón, quien distingue expresamente el juicio (doxa) que es culminación de un proceso de pensamiento de aquel al que llega el alma "no por sí misma, sino a través de la percepción" (Sof. 264a4). A este último, por consistir en una mezcla de percepción y juicio (súmmeixis aisthéseos kaì dóxes, Sof. 264b2), Platón rehúsa darle el título de doxa y lo llama, en cambio, "parecer" (phantasía, phaínetai) una de cuyas características será ser pasible de verdad y falsedad.

- La segunda objeción aristotélica a la tesis protagórica de que todos los pareceres son igualmente verdaderos trae a colación ejemplos de ilusiones de los sentidos y de sensaciones perturbadas por la enfermedad o surgidas durante el sueño.9 Significativamente, son los mismos casos que Platón menciona en Teeteto 157e-160e, situaciones típicas en que lejos de ser verdad que lo que parece a cada uno también es, más bien se daría que ninguna de esas apariencias es real.10

- También las opiniones y pareceres en relación con el futuro, para Aristóteles al igual que para Platón, refutan el igualitarismo de opiniones proclamado por Protágoras. Con relación al futuro estado de salud del enfermo -reza el ejemplo aristotélico- no gravita del mismo modo la opinión del médico que la del lego.11 En este punto, Aristóteles menciona expresamente a Platón, quien en Teeteto 178b-c ofrece exactamente el mismo ejemplo.12

- Otro punto importante de convergencia en las críticas que Platón y Aristóteles dirigen a Protágoras concierne al cargo de auto-refutación que ambos dirigen a la doctrina de que todas las opiniones son igualmente verdaderas. De acuerdo a la versión de Teeteto 171a-c, Protágoras, al acordar que todos juzgan cosas que son, de algún modo admite que es verdad la opinión de sus oponentes allí cuando mantienen que él está equivocado, de donde su Verdad13 no es verdadera para nadie, i.e. no sólo para los otros, sino ni siquiera para él mismo. Y a lo mismo apuntará Aristóteles hacia el final de Metafísica IV, allí cuando expresa que quien "sostiene que todo es verdadero convierte también en verdadera la doctrina contraria a la suya, de modo que viene a sostener que la suya no es verdad (pues la tesis contraria a la suya dice que ella no es verdadera)" (cf. Metaf. IV 8, 1012b14-17). Forzado, en virtud de su doctrina, a reconocer la verdad a sus oponentes cuando mantienen que él está equivocado, Protágoras, a los ojos tanto de Platón como de Aristóteles, terminaría por reconocer que su doctrina es falsa.

- Las coincidencias de nuestros filósofos en lo tocante a la interpretación de la doctrina protagórica como lógicamente inconsistente no terminan aquí, sino que alcanzan a la naturaleza misma de la contradicción que afectaría a dicha doctrina con la relativización de la verdad que le es inherente.

Un análisis atento del argumento del Teeteto 171a-c revela que hay, a los ojos de Platón, una contradicción entre el mensaje relativista de Protagoras y el simple acto de darlo a publicidad con el afán, presumiblemente, de ganar la adhesión de los otros, impropio de quien pretende que lo que parece a cada uno es sólo a quien parece. No se trataría, entonces, de una contradicción entre afirmaciones explícitas de Protágoras, sino entre lo que proclama en sus escritos y lo que se ve forzado a conceder a sus oponentes en virtud, precisamente, de la verdad que dio a publicidad.14 El hecho de comunicar una verdad, advierte Platón, equivale a hacerla verdadera de suyo, i.e. no sólo para el hablante sino pasible de ganar la adhesión de otros. Una de las mayores enseñanzas de la crítica platónica a Protágoras, así interpretada, es que no hay hablante que no cuestione el dictum protagórico: quien pretende expresar sólo cómo son las cosas para él, lo mejor que puede hacer es callar. El Protágoras platónico no tiene así escapatoria: guarda silencio, fiel a su doctrina de que lo que parece a cada uno es sólo para aquel a quien parece, o bien, en el momento mismo en que se dispone a comunicar su verdad, deja de tenerla por verdadera.

En este punto, precisamente, se advierte una afinidad más que interesante con la primera de las argumentaciones que ofrece Aristóteles en favor del PNC.15 El punto de partida de la misma consiste en solicitar al adversario que diga algo, p.e. 'hombre', lo cual de por sí lo fuerza a aceptar el principio que intenta negar. Si pretendiese, en su afán de negarlo, que la expresión sugerida significa tanto una cosa como su contraria, la volvería asignificativa. Por este camino, Aristóteles quiere mostrar que la negación del PNC impediría el uso de un lenguaje significativo. El oponente no tiene más alternativa que ingresar, involuntariamente, en el juego formalmente no contradictorio del lenguaje, incurriendo en una petición del principio que combate, o renunciar a hablar. El paralelismo con el argumento de AR de Teeteto 171a-c es evidente. Así como el Protágoras platónico se pone en contradicción consigo mismo en cuanto intenta comunicar su verdad, así también el adversario al PNC de Metafísica IV lo presupone allí cuando quiere enunciar su negación.

- Vale la pena retomar, antes de concluir, una de las alternativas que se le plantean al Protágoras platónico o al que intenta, según Aristóteles, negar el PNC: renunciar al lenguaje y a la comunicación, sumiéndose en el silencio. Lo cierto es que quien renuncia al logos, dirá Aristóteles, se vuelve "semejante a una planta" (homoios phutô, 1008b10-12). En este punto, es oportuno traer a cuento la fina observación de E. Lee, para quien no se trata de un insulto meramente retórico, sino de situar a su oponente, en tanto que renuncia al logos como propiedad esencial de lo humano, en un lugar insultante en la escala de los seres.16 El autor va más allá, pues vincula el símil aristotélico con la presentación de Protágoras en Teeteto 171d-3, como quien levanta "su cabeza desde el suelo (...) hasta la altura del cuello", censurando a sus críticos. También Platón, entonces, presenta a Protágoras como una planta terrena. Inmerso en lo inmediato, su doctrina se enraiza en los casos paradigmáticos de la sensación corpórea y es la antítesis de esa "imitación de lo divino" (homoíosis theô, 176b1) que para Platón, no menos que para Aristóteles, define el fin propiamente espiritual del hombre. Como una planta, arraigado al suelo, Protágoras encarna la literal inversión del fin propio del hombre.17 Una vez más, nuestros filósofos coinciden en su enfrentamiento a Protágoras.

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Para Platón tanto como para Aristóteles, diré a modo de conclusión, nuestro pensamiento al igual que nuestras aserciones implican un compromiso ontológico. Pensamiento y discurso deben ser acerca de algo que es, algo determinado cuyo ser y consistencia no son puestas por nosotros, sino que cuanto pensamos y decimos, inversamente, extrae de los seres la propia consistencia. La negación de la tesis protagórica de la homomensura significó para ambos filósofos, en tal sentido, una negación de que el ser de las cosas es relativo a nosotros, al par que una afirmación del principio de determinación que es condición del ejercicio del pensamiento y del discurso.

Para ambos, en rigor, 'ousía' designa la consistencia que las cosas poseen de suyo y que hace que se sustraigan a la variabilidad de nuestro parecer. Contra la reducción protagórica de todo ser a ser-para-el sujeto, Platón y Aristóteles coincidirán, más allá de sus diferencias, en que el ser de las cosas no es relativo a nosotros sino a la propia ousía, la cual gobierna, estructura cada cosa, haciéndola ser lo que es y tener las características que tiene. La ousía de una cosa designa en ambos su 'qué es', su naturaleza, su estructura tal como se revela al pensamiento, de ahí que su reconocimiento lleve a disminuir el valor del testimonio de los sentidos y a invocar el pensar como facultad independiente, y más elevada, que ellos. Ambos filósofos, por otra parte, insistirán en afirmar que la ousía es primera en más de un sentido, entre otros porque sólo si se conoce qué es algo se está en condiciones de decir algo firme en lo tocante a cómo es. Esto constituye, bueno es tenerlo en cuenta, todo un desafío a Protágoras, para quien no nos es dado afirmar que la cosa de suyo, en sí misma y por sí misma, es esto o aquello, sino tan sólo cómo es-para-nosotros.

Frente a Protágoras, en suma, que erigía el parecer individual en "criterio" o "medida de todas las cosas", Platón y Aristóteles erigen a la ousía en medida de todo, esto es, medida del ser de las cosas y también de lo que nosotros establecemos acerca de ellas. A partir, al menos, de sus objeciones a la doctrina protagórica, tenemos derecho a suponer que ambos suscribirían de buen grado

pánton chremáton métron ousían eînai

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1. Como bien observa J. D. G. Evans, "Aristotle on Relativism", The Philosophical Quarterly 24 (1974) nº 96, p. 194, el libro IV de la Metafísica es el lugar natural para dar con el tratamiento aristotélico del relativismo.

2. Sobre este punto cf. K. Brinkmann, "Commentary on Gottlieb", en J. Cleary & W. Wians (eds.), Proceedings of the Boston Area Colloquium in Ancient Philosophy, U. P. America, vol. VIII (1992), p. 202.

3. Cf. P. Gottlieb, "The principle of Non-Contradiction and Protagoras: The Strategy of Aristotle's Metaphysics IV 4", en J. Cleary & W. Wians (eds.), op. cit., espec. pp. 183-184.

4. Cf. Cornford, F. M., (1968), La teoría platónica del conocimiento, trad. N.L. Cordero y M. D. Ligatto, Bs. As., Paidós, p. 47.

5. Cf. Crombie, (1963), An Examination of Plato's Doctrines, London, Routledge & Kegan Paul, , vol. II, p. 10-13.

6. Cf. Arist., Met. IV 5, 1010a9ss.

7. Cf. Irwin, T., Aristotle's First Principles, Oxford, Clarendon P., (1988), p. 550 n. 20: "La afirmación aristotélica de que Protágoras o sus seguidores 'deben' negar el PNC, 1007b20-3, 1009a6- 15, probablemente no signifique que lo niegan explícitamente, sino que sus posiciones los comprometen a su negación aun contra su voluntad" .

8. Cf. Arist., Del Alma III, 3, dedicado justamente al tratamiento de esta facultad. Lejos de ser una facultad infalible como la sensación, Aristóteles afirma en 428a12-15 que las imágenes de la phantasía son por lo general falsas, de ahí que no usemos la expresión 'parece' (phaínetai) cuando está en juego algo que se nos presenta con claridad y excactitud.

9. Cf. Metaf. IV 5, 1010b4-13

10. Cf. Teet. 157e-158a. Véase sobre la cuestión Mc Dowell (1973) p. 147

11. Cf. Metaf. IV 5, 1010a13-15

12. Cuando algún lego cree que va a afiebrarse y otro, que es médico, cree lo contrario -reza el ejemplo de Platón- confiamos en que el hecho futuro va a producirse conforme a la opinión calificada del último y no a la del primero. Es importante observar que la doctrina de Protágoras no puede dar cabida, en rigor, a juicios sobre hechos futuros, pues el encadenamiento de la opinión y del parecer a lo sensorial los condiciona temporalmente, atándolos al presente. En razón de que toda la actividad intelectual se reduce a la simple articulación de lo que se ofrece directamente a la percepción actual, no habría pensamiento ni discurso posibles sobre lo que está más allá de la experiencia actual del sujeto. Tal parece subyacer a las objeciones que tanto Platón y Aristóteles dirigen a este aspecto de su doctrina, que sería refutado por la posibilidad cierta de formular juicios sobre lo que puede ser en el futuro.

13. Probable alusión al escrito de Protágoras sobre la verdad.

14. Sobre la cuestión cf. G. E. Marcos, "Platón vs. Protágoras. Acerca del empleo de homologeîn y sunjoreîn en Teeteto 171a-c", en prensa en Revista de Filosofía y Teoría Política, Actas del Ixº Congreso Nacional de Filosofía realizado en La Plata en 1997.

15. Cf. Metaf. IV 4, 1006a28-b34

16. Cf. E. Lee, "'Hoist with His Own Petard' Ironic and Comic Elements in Plato's Critique of Protagoras (Theaetetus 161-171", en E. Lee, A. Mourelatos & R. Rorty (eds.), (1973), Exegesis and Argument. Studies in Greek Philosophy, Assen, p. 251

17. Cf. Ibid., pp. 249-250. Lee remite al empleo de la expresión zôon éngeion en Timeo 90a.

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