Revista de Filosofía y Teoría Política, 2002, nº 34, p. 265-273. ISSN 2314-2553
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Filosofía.

Ponencia/Congress paper

El papel de los elementos agonísticos en la dialéctica de Aristóteles

Gabriela Rossi


El propósito de este trabajo es deslindar si la participación de quien pregunta en el diálogo para el cual Aristóteles brinda reglas en Tópicos VIII, debe tener necesariamente componentes agonísticos o no. Ofreceremos elementos de juicio y resultados que pretenden poner en duda lecturas agonísticas de ese diálogo.1

La tarea de quien pregunta se encuentra regulada fundamentalmente a lo largo de VIII 1-4 (si bien no exclusivamente): en los capítulos 1-3 Aristóteles expone reglas referentes al orden y a la estrategia que debe seguir quien pregunta al disponer frente al otro las preguntas; mientras que en el capítulo 4 enuncia cuál es la tarea del que pregunta correctamente (kalîj). Señalamos sin embargo una diferencia en el tratamiento del tema en este capítulo 4 con respecto a los tres anteriores: esta vez Aristóteles se refiere a la tarea en general del que pregunta en el diálogo; mientras que en los tres capítulos anteriores había dado al que pregunta los medios o estrategias disponibles para lograr que el otro acepte las premisas de su razonamiento. A pesar de la variedad de objetivos a los que puede dirigirse,2 la discusión o encuentro de tipo dialéctico tiene ciertas características que le son propias y que la diferencian de otros tipos de diálogo. Pasemos a identificarlas.

Discutir correctamente (kalîj).

Las características propias de la discusión dialéctica se refieren fundamentalmente a la corrección de los argumentos que de ella resulten, y resultan determinadas por las reglas que hay que seguir para llevar a cabo, justamente, una discusión de carácter dialéctico y no de otro tipo, i.e., ni erística ni sofística. En este sentido, preguntar de acuerdo a las reglas, i.e., dentro de la manera prescrita, implica discutir correctamente (kalîj). Ahora bien, dentro del libro VIII podemos distinguir dos grandes sentidos en que se usa el término (kalîj) para caracterizar las tareas del que pregunta y del que responde como así también la tarea común. Un primer sentido en el cual el que pregunta argumenta correctamente (kalîj) se refiere a los requisitos que debe cumplir su argumento. Así, argumentar correctamente (kalîj) es cumplir con ciertos requisitos que garantizan la corrección del argumento dialéctico y que son ineludibles: las premisas, aquello a partir de lo cual se prueba la conclusión, deben ser más plausibles que esta última.3 Por eso Aristóteles establece en los capítulos 5 y 6 que el que responde no ha de aceptar aquellas premisas que sean menos plausibles que la conclusión que se quiere probar, para de este modo impedir, ante alguien que eventualmente intentara argumentar de esta manera, que se pruebe lo más conocido a partir de lo menos conocido. Por esto, la responsabilidad respecto de que el argumento resultante sea un buen argumento no es únicamente de quien pregunta;4 al contrario, un mal argumento, i.e., un argumento que no cumple con la exigencia antes mencionada, podría deberse a que quien responde no hubiera concedido aquellas cosas a partir de las cuales se podría haber argumentado bien5. Precisamente Aristóteles llama 'actuar de mala fe' (duskol...a) a la actitud que adopta quien contesta de esta manera.

En efecto, 'Actuar de mala fe'(duskola...nein) es obstaculizar el argumento (del otro) sin ofrecer una objeción, sea real, sea aparente.6 Obstaculizar de este modo es ir en contra de las reglas del libro VIII7 , lo cual implicará no sólo la eventual incorrección del argumento resultante sino además estar ya envuelto en otro tipo de diálogo: "los que actúan de mala fe tornan a las discusiones contenciosas y no dialécticas".8 Obstaculizar es discutir "no-dialécticamente" sino contenciosa o erísticamente. En suma, quien procede rechazando sin objetar es un discutidor erístico o contencioso.

Pero lo último implica, en fin, que no hay sólo un kalîj propio del que pregunta y uno del que responde sino que hay un kalîj propio del diálogo como tarea común,9 que se refiere a la corrección del argumento resultante y además a su carácter de no erístico. Así, en un segundo sentido o matiz (no exclusivo con respecto del primero), 'correctamente' (kalîj) se usa en correspondencia con 'dialéctico' y opuesto a 'erístico': "es preciso que el que lleva correctamente un argumento lo haga dialécticamente y no erísticamente".10 Argumentar correctamente separa al dialéctico del erístico. De esta manera, las reglas de Top. VIII, las cuales se dice que representan el modo correcto (kalîj) o dialéctico de discutir, deberían ser reglas para un diálogo no agonístico, no contencioso.11 En este punto estamos de acuerdo con J. Brunschwig cuando afirma que "los argumentos dialécticos no deben ser descriptos como 'agonísticos, aunque no puramente': ellos no son agonísticos en absoluto".12

La tarea del que pregunta.

Aristóteles define en Top. VIII 4 la tarea del que pregunta correctamente (kalîj).13 En primer lugar hay que notar que el que pregunta debe conseguir el asentimiento del interlocutor, pues sin ello no pueden establecerse las premisas de su argumento. Esto diferencia al dialéctico del filósofo,14 quien prescinde de ese asentimiento, dado que su actividad de argumentar no se realiza frente a otro (prÕj ›teron). Allí, pues, en VIII 1-3, Aristóteles describe, entre otras, una serie de estrategias que se dirigen fundamentalmente a ocultar o disimular frente al que responde la conclusión a la que se quiere arribar, estrategias ocultadoras las cuales son, dice Aristóteles, ¢gînoj c£rin,15 en virtud de competir, i.e., útiles para una contienda.

Según mi lectura, entonces, las reglas expuestas a lo largo de VIII 1-3 ofrecen modos o estrategias para llevar a cabo la tarea de quien pregunta (VIII 4): la construcción de un razonamiento, destinado a refutar la posición del que responde. Aún así reconocemos el siguiente problema: en el capítulo 4 y siguientes se afirma que esta tarea debe ser llevada a cabo kalîj, pues se trata de un encuentro dialéctico (en el cual los argumentos se realizan m¾ ¢gînoj c£rin);16 mientras que en los capítulos 1-3 se admite el uso de proposiciones paranecesarias que son en virtud de

una competición (¢gînoj c£rin).17 El problema de admitir dentro de la discusión dialéctica aquellas estrategias es que, como señala Brunschwig, el hecho de que estuviesen destinadas a competir parecería ser razón suficiente para excluirlas de la práctica dialéctica18 entendida ésta como opuesta al agón -a partir de VIII 5. Ahora bien, en este caso, se hace necesario justificar de alguna manera la inclusión de estas estrategias ocultadoras, a menos que concluyamos con Brunschwig que se trata simplemente de una concesión de Aristóteles a los tradicionales valores competitivos, los cuales no habría podido excluir del diálogo a pesar de su intención.19 Por nuestra parte intentaremos mostrar que las estrategias ocultadoras están admitidas dentro del diálogo dialéctico sólo bajo ciertas condiciones específicas, es decir, que no forman parte sustancial de un diálogo de carácter dialéctico sino que pueden ser usadas en este tipo de diálogo en ciertos casos y que no deben ser usadas en todo encuentro dialéctico.

Es cierto que las estrategias ocultadoras son admitidas dentro del reglamento del diálogo dialéctico a pesar de ser propias de un agón, pero podemos suponer -a fin de mantener la coherencia de estas reglas con el resto del libro VIII, es decir, sosteniendo una lectura unitaria- que no todas las reglas serán determinantes del carácter (dialéctico) del diálogo, sino que habrá unas reglas ineludibles, sin las cuales el diálogo queda desvirtuado en su carácter dialéctico, y otras reglas que expresan más bien 'consejos' o cosas que está permitido hacer, en lugar de exigencias a las cuales no se debe desatender, es decir, reglas 'opcionales' (que pueden o no adoptarse según cada caso particular), entre las cuales colocaríamos aquellas que aconsejan ocultar la conclusión. Ahora bien, para determinar en qué caso particular estaría admitido el uso de estas estrategias ocultadoras creemos necesario recordar primero el sentido general de las proposiciones llamadas paranecesarias, ya que las estrategias ocultadoras no son sino una especie de las paranecesarias.

El uso de las paranecesarias.

La función general que vienen a cumplir las paranecesarias es la de facilitar la aceptación de las proposiciones necesarias por parte del que responde, porque la tarea argumentativa del dialéctico es siempre frente a otro. Las funciones particulares, según las cuales Aristóteles define las diferentes paranecesarias,20 están, entonces, incluidas en aquélla general que consiste en lograr que el otro acepte las necesarias; por esto, las diferentes funciones serían diferentes maneras de lograr aquél propósito. Pero ¿por qué se elegirá tal o cual paranecesaria? Dado que las paranecesarias han sido incluidas dentro del diálogo a causa de que hay que argumentar frente a un interlocutor, el uso eventual de ellas estará determinado, a mi juicio, por ese otro: estará en función de lograr que el otro llegue a aceptar las necesarias.

En Rep. I de Platón encontramos ejemplos21 para ilustrar el uso de las paranecesarias frente a un respondedor competitivo (Trasímaco), i.e. que no estaría fácilmente dispuesto a aceptar las necesarias por prever la conclusión que de ellas se deriva, i.e., por prever que será refutado. Platón se refiere repetidas veces22 a la resistencia de Trasímaco a aceptar las premisas de Sócrates; aunque no siempre describe cómo Sócrates habría podido lograr finalmente el asentimiento de su interlocutor. En una de las refutaciones23 encontramos, sin embargo, ejemplos de las estrategias paranecesarias que habría utilizado Sócrates. La conclusión del razonamiento en cuestión será: "El justo es sabio y bueno; y el injusto es ignorante y malo". Para ello precisa el asentimiento a las siguientes necesarias: "Cada uno es tal como aquel a quien se parece" y "El justo se parece al sabio y bueno; y el injusto al malo e ignorante". La primera de estas premisas es propuesta al principio del diálogo (a); y, dado que en sí misma parece inocua, es aceptada sin problemas. La segunda, por su parte, es alcanzada a través de varios prosilogismos, cuyas premisas son preguntadas alternadamente (b), de modo que no llegue a quedar claro qué se concluirá de ellas. Tanto es así que, en ciertos casos, [...] Sócrates no deja claro al preguntar si espera una respuesta positiva o negativa a la pregunta[...] (c). 24 Por fin, reconocemos en estas estrategias algunas de las paranecesarias ocultadoras propuestas por Aristóteles: (a) corresponde a la regla 1625 (proponer frente a algunos las cuestiones que se quieren hacer aceptar en primer lugar, siempre que no sea evidente la consecuencia que se desprende);26 (b) a la regla 6 (proponer alternadamente los postulados de los razonamientos)27 y (c) a la regla 9 (dejar lo menos claro posible si se quiere hacer aceptar o no lo expuesto).28

De este modo ilustramos cómo mediante estas estrategias (que son sólo un tipo de las paranecesarias)29 quien pregunta puede lograr el asentimiento de un respondedor agonístico. Ahora bien, en contraste con este empleo de las ocultadoras podemos señalar la refutación a Polemarco,30 a quien caracterizamos como un respondedor cooperativo, ya que esa es justamente la recriminación que le dirige Trasímaco.31 Respecto de dicha refutación sólo adelanto, por razones de extensión, que Sócrates no parece tener en ningún momento la intención de ocultar la conclusión, sino más bien de proponer a su interlocutor preguntas lo suficientemente plausibles como para lograr su asentimiento, independientemente de ser evidente lo que busca concluir.

Conclusión.

Nos parece poco probable que Aristóteles, al admitir el uso de las paranecesarias ocultadoras de la conclusión, esté con ello admitiendo que el diálogo dialéctico deba tener un cariz agonístico. En este punto discrepamos con Moraux y con Kakkuri-Knuuttila.32 Sostenemos que las que sirven para ocultar la conclusión pueden ser usadas, a pesar de tener un carácter agonístico, sólo porque, dice Aristóteles, esta práctica (toiaÚth pragmate...a)33 se realiza de cara a otro:

"Las que son para ocultar son en virtud de competir, sin embargo es necesario usarlas también dado que toda esta práctica se realiza de cara a otro."34

De modo que, aunque el término kalîjaparece recién a partir de VIII 4 para caracterizar el diálogo y las respectivas tareas, Aristóteles ya habría supuesto aquél sentido de kalîjen VIII 1 de este modo: cuando admite el uso de las paranecesarias que sirven para ocultar la conclusión, Aristóteles habría necesitado justificarlo de alguna manera, pues ese uso podría haber sido cuestionado dado su carácter agonístico (¢gînoj c£rin). A mi juicio, dicha justificación está aludida cuando dice que estas proposiciones sin embargo (¢ll/) han de ser usadas también (ka...) por realizarse esta práctica de cara a otro. Ese otro es el que puede obstaculizar35 y discutir de un modo no kalîj. Por lo tanto, las paranecesarias que sirven para ocultar la conclusión no son adoptadas por quien pregunta porque éste mismo deba competir sino porque el otro puede querer competir, en cuyo caso las ocultadoras serían el medio que aquél tiene a su disposición para evitar que quien responde logre obstaculizar su argumentación.

__________

1. Cf. infra, nota 32.

2. Se puede discutir en virtud de investigación, prueba, o simplemente para adquirir la capacidad misma de argumentar. En todos estos casos los argumentos se realizan sin ánimo de competir (m¾ ¢gînoj c£rin). Cf. Top. VIII 5, 159a32-33. Sigo la edición de Ross, D.W., (1958), Aristotelis, Topica et Sophistici Elenchi, Oxford.

3."Ð kalîj sullogizÒmenoj ™x ™ndoxotšrwn kaˆ gnorimwtšrwn tÕ problhqšn ¢pode...knusi..." (Top. VIII 5,159b8) (el que razona correctamente demuestra lo que se ha puesto a discusión a partir de cosas más plausibles y más conocidas...) Cf.ib.VIII 11, 161b37.Así:"...Ósoi d' ™x ¢doxotšrwn toà sumper£smatoj ™piceiroàsi sullog...zetai, dÁlon æj oÙ kalîj sullog...zontai..."(...cuantos pretenden argumentar a partir de cosas más implausibles que la conclusión, es evidente que no argumentan bien...) (Ib. VIII 6, 160a14-16). La traducción de los textos es mía; en caso contrario se indica edición española.

4. "oÙ g¦r œstin ™pˆ qatšrJ mÒnon tÕ kalîj ™pitelesqÁnai tÕ koinÕn œrgon. " (Ib. 11, 161a19-21) (... Pues no recae sólo sobre uno de los dos el llevar a cabo correctamente la tarea común...)

5. Cf. ib.161a17-19.

6."tÕ ¥neu ™nst£sewj À oÜshj À dokoÚshj kwlÚein tÕn lÒgon."Ib. 8, 160b2.

7. La duskol...a es par¦ toÝj e„rhmšnouj trÒpouj. Cf. ib. 160b12.

8."duskola...nontej oân ¢gonistik¦j ka... oÙ dialektik¦j poioàntai t¦j diatrib£j."Ib.11, 161a23.

9. koinÕn œrgon, cf. ib. 11, 161a20.

10."de‹ d• tÕn kalîj metabib£zonta dialektikîj ka... m¾ ™pistikîj metabib£zein."Ib. 11, 161a33.

11. Esto es claro en las reglas para el que responde.

12. "Dialectical arguments should not be described as 'agonistic but not purely so': they are not agonistic at all." J. Brunschwig, "Aristotle on Arguments without Winners or Losers", en Wissenschaftskolleg zu Berlin, Jahrbuch 1984/85 (pp. 31-40), p. 37. (La traducción es mía).

13. Top. VIII 4, 159a18-20: "Es tarea del que pregunta conducir el discurso de modo de lograr que el que responde diga las cosas más implausibles de entre las que son necesarias a causa de la tesis". ("...œsti d• [œrgon] toà mœn ™rwtîntoj tÕ oÛtwj ™pagage‹n tÕn lÒgon éste poiÁsai tÕn ¢pokrinÒmenon t¦ ¢doxÒtata lšgein tîn di¦ t¾n qšsin ¢nagka...wn...").La traducción es mía.

14. Cf. ib. VIII 1.

15. Top. VIII 1, 155b26.

16. Ib. 5, 159a32-34.

17. Ib. 1, 155b26.

18. Cf. op. cit., p. 38.

19. Ver op. cit., p. 38.

20. Cf. Top. VIII 1, 155b20 ss.

21. Defendieron la tesis sobre la tradición socrática del diálogo de Top. VIII, Irwin, T., (1981), Aristotle's first principles, Oxford, pp. 7-8 y p. 138. Así también Einarson, R., "On certain mathematical terms in Aristotle's Logic", en American Journal of Philology LVII, 1936, pp. 33-54; 151-172, ver p. 37; N. Green-Pedersen, "The Topics in Medieval Logic", en Argumentation I (1987), pp.407-417, ver esp. p. 408; G. Chichi, "El testimonio de Aristóteles sobre Sócrates en Refutaciones Sofísticas 34, 183 b 6-8", en Revista Latinoamericana de Filosofía, vol. XXII, 1, 1996, pp. 29-30. Aportaron, además, ejemplos de los diálogos platónicos E. Thionville, De la théorie des Lieux Communs dans Les Topiques d'Aristote et des principales modifications, (Paris 1855) 1983, ver en esp. pp. 77-85; y G. Chichi, La técnica de la discusión en Los Tópicos de Aristóteles (1996, inédita), 343 pp., ver pp. 254-5, además de los comentarios en particular a las reglas involucradas. Por su parte la tesis sobre el carácter erístico de las reglas de Top. VIII y su falta de correspondencia con los diálogos de Platón fue defendida por: R. Robinson en "The historical background of Aristotle's Topics VIII" Proceed. of VIII Intern. Congress of Philosophy, 1931, pp. 437-442, y en Plato's earlier Dialectic, Oxford (1953) 1962, ver pág. 88; y en cierto sentido por W. & M. Kneale, El desarrollo de la lógica (Oxford, 1961) Madrid, 1980, ver pp. 12-13, quienes remiten al Eutidemo; I. Düring, Aristóteles y su pensamiento, (Heidelberg, 1966) México 1990, p. 132; y G. Ryle, Per una Lettura di Platone (Cambridge 1966) Milano 1991, ver pp. 38, 109 y 176. Esta segunda tesis fue recientemente defendida por E. Ostenfeld, "Socratic argumentation strategies and Aristotle's Topics and Sophistical Refutations", en Méthexis (1996), pp. 43-57, ver esp. pp. 49-55.

22. Cf. Rep. I, 342c, 342d, 350d. (Platón, República, Trad. de Antonio Camarero), EUDEBA, Bs. As. 1981.)

23. Rep. I, 348c-350d.

24. Cf. ib. 349b-d.

25. Tomamos la clasificación de las reglas de G. Chichi (1996) op.cit.; ad loca.

26. Cf. Top. VIII 1, 156b30-7a1.

27 Cf. ib. 1, 156a23-6.

28 Cf. ib. 1, 156b6-10.

29. Según lo que se viene diciendo, la diferencia de las demás paranecesarias con las que son para ocultar la conclusión, y lo que las hace "no agonísticas", es que no suponen que el otro frente al cual se argumenta no haría suyas las premisas una vez que hubiese advertido la conclusión a la que éstas arribarán. Por ello, las otras paranecesarias están destinadas, más que a tomar desprevenido al otro, a hacer plausibles las necesarias.

30. Rep. I, 335b-e.

31. Cf. ib. 336c.

32. Discrepamos, pues, con P. Moraux quien concibe el diálogo de Top. VIII fundamentalmente como una competencia o agón -si bien leal- en la cual los participantes tienen fines contrapuestos, de modo que resultará del diálogo un ganador y un perdedor. ("La joute dialectique d'après le huitième livre des Topiques", en Aristotle's on Dialectic, GEL Owen, Oxford 1968, pp. 277-311, ver p. 278). Discrepamos también con de M.L. Kakkuri-Knuuttila, quien afirma: "dialectical conversations... also include a competitive motive" (p. 242). La autora incluye dentro de las que llama 'conversaciones dialécticas' sólo las gimnásticas y peirásticas, excluyendo, en tanto no competitivos, los encuentros investigativos. Estos componentes competitivos del diálogo están dados por las reglas para ocultar que se ofrecen en VIII 1-3. En dichas reglas se apoyan, pues, las lecturas que admiten la presencia de componentes agonísticos como parte integrante de un diálogo dialéctico. ("Dialogue games in Aristotle", en Text Interpretation Argumentation, (M. Kusch-H. Schroeder, eds.) Hamburgo 1989, pp. 221-273).

33. Me refiero a la práctica argumentativa del dialéctico en general tal como se la viene describiendo en oposición a la práctica del filósofo en Top. VIII 1.

34. "e„si d\aƒ prÕj krÚyin ¢gînoj c£rin: ¢ll\ ™peid" p©sa ¹toiaÚth pragmate...a prÕj ›terÒn ™stin, ¢n£gkh kaˆ taÚtaij crÁsqai." (Top.VIII 1, 155b26-28) (El subrayado es mío).

35. Ya hemos visto que Aristóteles llama a esta actitud duskol...a , y la relaciona estrechamente con el modo agonístico de discutir. (cf. supra, p. 2)

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