Revista de Filosofía y Teoría Política, 2004, nº 35, p. 9-10. ISSN 2314-2553
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Filosofía.

Homenaje a Guillermo Obiols

José Luis De Diego


Estimados colegas organizadores de las Jornadas:

Como se los adelantara oportunamente mediante una nota, lamento mucho no poder estar presente en el Homenaje a Guillermo Obiols. Quise, sin embargo, dejarles estas líneas como reconocimiento y adhesión a tan justa iniciativa.

Justa por varias razones. Quizás el hecho de que Guillermo haya sido Decano de esta Facultad resulte la referencia más visible. En este sentido, quiero destacar su compromiso con la institución, su responsabilidad y dedicación para con los problemas y conflictos que le tocó enfrentar, su sentido de justicia y equilibrio en la toma de decisiones.

De aquellos conflictos voy a destacar uno. Todos nuestros Departamentos fueron atravesados por una tensión que caracterizó a los últimos ocho años: la tensión entre la democracia representativa que garantiza nuestro Estatuto en la integración de los cuerpos colegiados, y la meritocracia que a menudo, basada en méritos indiscutibles, buscaba vulnerar, verticalmente, la horizontalidad de las decisiones debidamente consensuadas entre los claustros. Guillermo tuvo plena conciencia de que había que resistir esos embates, y nos enseñó que el consenso debe ser el resultado del diálogo y no un simulacro de decisiones previamente acordadas con los actores principales.

Estaba convencido, además, de que tan importante como la formación y el crecimiento en la propia disciplina era la posibilidad de incidir como universitarios en los debates de interés público. Un intelectual reformista preocupado por las políticas de investigación, pero sobre todo por la educación, por la educación de la filosofía, nunca concebida como un oscuro saber para especialistas, sino como una actividad atravesada por nuestra responsabilidad cívica y por la dimensión ética de nuestras acciones.

En la defensa de sus convicciones era implacable. Confieso que a veces esa intransigencia terminaba por ofuscarme, porque no llegaba a entender ese núcleo de convicciones a las que era tan fiel. Las pocas veces que disentimos y discutimos encontraba en él un exceso de integridad que podía leerse como obstinación, pero nunca como flaqueza o claudicación ética.

Fue nuestro Decano, fue un profesor destacado y brillante; sin embargo, quise recordarlo como un universitario, como un ciudadano en cuya imagen podemos reconocer un modelo en esta época de desencanto y desesperanza.

Les dejo un cordial saludo.

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