Revista de Filosofía y Teoría Política, 2007, nº 38, p. 141-143. ISSN 2314-2553
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Filosofía.

Reseña/Review

Manzo, Silvia. Entre el atomismo y la alquimia: la teoría de la materia de Francis Bacon. Buenos Aires, Biblos, 2006, 261 pp.

Sofía Beatriz Calvente

UNLP


Entre el atomismo y la alquimia aporta la primera exposición global sobre la concepción baconiana de la materia. El esfuerzo realizado por Silvia Manzo de brindar una reconstrucción de la teoría de la materia de Francis Bacon es indispensable para contar con un panorama que permita comprender más claramente cómo se relaciona la filosofía especulativa de este pensador con sus fuentes.

La obra se centra en la filosofía natural de Bacon, respecto de la cual la teoría de la materia constituye su fundamento. Según el pensador inglés deja asentado en el Novum Organum, la filosofía natural debía constituirse en raíz y alimento de las demás ciencias, por lo que el esclarecimiento de aquellas nociones clave que la componen posibilitaría una comprensión más profunda de su proyecto de reforma del saber. La dificultad que entraña la tarea emprendida por la autora radica en que la teoría baconiana de la materia no conforma un sistema claro y uniforme, sino todo lo contrario: se caracteriza por su eclecticismo e inestabilidad. Esto se debe, en parte, a que Bacon es un filósofo ubicado en la transición del Renacimiento a la Modernidad; momento en el que se instaura una nueva imagen del mundo que revolucionó las formas de conocimiento vigentes.

El desafío asumido en la obra consiste en determinar si es posible integrar los diferentes aspectos y tradiciones presentes en la filosofía natural de Bacon en un concepto de materia unificado y coherente. La autora parte del supuesto de que Bacon buscó elaborar una cosmología propia, debido a que esto era esencial para su proyecto de renovación de la ciencia, el cual implicaba legitimar la capacidad no sólo para conocer la naturaleza, sino para intervenir sobre ella con el propósito de dominarla. En este sentido, Manzo considera que el eclecticismo no tiene por qué oponerse a la coherencia y busca construir una visión integradora y comprensiva de la filosofía baconiana.

A lo largo de los ocho capítulos que ocupa la obra, se tiende un hilo que va conduciendo al lector a través las distintas etapas del pensamiento de Bacon, permitiéndole obtener una dimensión de la medida en que tradiciones tales como el atomismo antiguo, la alquimia de Paracelso y el naturalismo italiano nutrieron su teoría. La exposición de los rasgos distintivos de la teoría baconiana de la materia, comenzando por su concepción de la creación y detallando los elementos últimos que componen la materia para analizar, finalmente, aspectos metodológicos inherentes a las posibilidades de su manipulación, está acompañada por un examen de las fuentes históricas de cada concepto y cada noción, como así también de una reconstrucción del debate del filósofo con la tradición establecida y con sus contemporáneos.

Entre el atomismo y la alquimia permite apreciar de qué manera se aparta Bacon del aristotelismo, abandonando la cosmología que postulaba la división del universo entre supralunar y sublunar para proponer un principio de unidad inherente a toda la creación. Esta discrepancia lo lleva a nutrirse de otras fuentes tales como la mitología griega, a la que integra con las Escrituras, para explicar el origen del mundo y sostener el principio de conservación de la materia, en tanto considera que Dios creó la totalidad de la materia y el hombre no tiene, por ello, facultad para aumentarla ni para destruirla.

La relación de Bacon con el atomismo se trata en toda su complejidad a través de diversos capítulos. Según señala la autora, la adhesión del filósofo inglés a la doctrina de Demócrito fue inestable: en un principio la consideró como una hipótesis explicativa y luego como una descripción de la realidad natural, al adoptar al átomo como principio o materia prima que es causa de todas las cosas. Luego dejó de lado el atomismo para pasar a ocuparse de lo que denominó "causas intermedias", en tanto éstas resultaban más adecuadas para su proyecto de reforma del saber porque eran susceptibles de ser sometidas a la experimentación. La postura de Bacon respecto del vacío también es analizada en el libro. En un comienzo fue igualmente afín al atomismo, doctrina que postulaba la existencia de un vacío intersticial. Pero esta noción terminó siendo desplazada debido a que no era necesaria para la teoría baconiana del sistema del mundo y fue suplida, según señala Manzo, por una original concepción de la materia que se pliega y se despliega dentro de límites inherentes a su constitución.

La relación de la alquimia con la filosofía natural de Bacon se manifiesta, tal como lo muestra la autora, en la adopción de los principios que Paracelso propone como origen de todo lo existente. En un gesto típicamente baconiano respecto al modo de apropiación de nociones de sus predecesores, el filósofo adopta como naturalezas primordiales al azufre y al mercurio, dejando de lado el tercer principio paracelciano -la sal-, ya que en su sistema la estructura del universo es diádica y no triádica.

Sin pretender agotar la vastedad y complejidad de elementos y doctrinas de los que Bacon hace uso para conformar su teoría de la materia, que son examinados con detalle y rigurosidad, señalamos finalmente la influencia del vitalismo en su filosofía. La autora analiza de qué manera la doctrina de los apetitos de los cuerpos se entrelaza con el mecanicismo para explicar el movimiento en la naturaleza, constituyendo esta fusión uno de los puntos más representativos del eclecticismo baconiano.

Entre el atomismo y la alquimia permite apreciar el modo en que Bacon buscó la renovación del saber, valiéndose para ello de terminología que le era familiar, pero otorgándole, en muchos casos, nuevos significados. Silvia Manzo logra reconstruir las líneas fundamentales que dan continuidad al concepto de materia en la filosofía natural de este filósofo, a partir de la consideración del trasfondo que le dio sustento, sin que ello implique un reduccionismo de esa doctrina a sus influencias. Por el contrario, permite entender que el beber de tantas y tan diversas fuentes posibilitó la creación de una perspectiva crítica y original que marcó un hito en la historia de la filosofía.

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