Revista de Filosofía y Teoría Política, 2008, nº 39, p. 121-124. ISSN 2314-2553
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Filosofía.

Narciso Pousa, pasión, silencio y bondad

Alberto Guillermo Ranea

Universidad Torcuato Di Tella
granea@utdt.edu


Narciso Pousa fue un hombre fiel y apasionado a las profundas dimensiones de su vida interior. Desde ella brotaba el sentido de sus actos, de sus afectos,de su pensamiento.Pero ni actos,ni afectos,ni pensamientos agotaban su medida, sólo señalaban hacia su centro, insondable aun para quienes convivieron con él, durante décadas, la amistad, el parentesco o la enseñanza. Es difícil escalonar en jerarquía los objetos de su pasión y fidelidad. La enumeración sólo puede confundir en ese sentido. Pero sin duda el amor por su familia (sus padres, hermanos, sobrinos y sobrinos nietos -se ufanaba de no haberse casado nunca "por la gracia divina"), por la creación poética,ajena y propia,por la pintura y el cine,por el pensamiento filosófico y el ejercicio infatigable de su enseñanza, por los libros, por el cultivo de la amistad generosa, por la conversación en tertulia familiar,por la devoción a Cristo y a la Virgen María, por la ciudad de La Plata -en la que nació el 22 de agosto de 1920, en una casa ya derrumbada en la esquina de Diagonal 79 y 55- y su Universidad -que lo cobijara como alumno en su Escuela Anexa, en su Colegio Nacional y en su Facultad de Humanidades-, por la aldea de Beade, en Orense, y por la cultura toda de Galicia, son, en alegoría robada a Spinoza, modos privilegiados de expresión de su oculta substancia.

Quien le ha conocido sumergido en una de estas pasiones suele sorprenderse, a veces hasta el extremo del fastidio y del rechazo, al saber de las otras facetas que irradiaba su persona. Todas eran auténticas aunque a la vez, parciales. Él navegaba a través de sus límites como si no existieran, sabedor de la impronta que ese centro personal le daba a cada una de ellas. Solía decir que la biblioteca refleja el alma de una persona. Sus libros registraron los picos de cada una de sus pasiones. La poesía griega clásica (en particular, Píndaro y Homero) y la poesía alemana (Hölderlin, Georg Trakl y Rainer Maria Rilke), la filosofía de Platón, la filosofía medieval, la teología y la historia de las religiones, las corrientes contemporáneas de la filosofía de la vida y de la existencia, la estética filosófica y la historia del arte, Galicia y su literatura, pueblan sus estantes. Todos reflejan su alma, por cierto; pero ahora que él no los hojea ni los marca, ellos no son sino material de orfandad, abandonados por quien les daba vida real en cada gesto y palabra.

La Plata y la Universidad fueron sitios privilegiados de su experiencia vital.La memoria familiar lo recordaba,púber y adolescente,leyendo poesía francesa mientras deambulaba entre las mesas de billar y las sillas del café que su padre tenía en los años treinta en la calle 12. La autenticidad es siempre precoz, y apasionada. El Colegio Nacional fue el almácigo en el que su semilla comenzó a ser cuidada por guías como Ezequiel Martínez Estrada y, luego, Vicente Fatone, pero también por profesoras de idiomas que él recordaba con profundo cariño,quienes le enseñaron lo necesario para que dominara,sin mayor escuela ulterior que la lectura,elinglés y elfrancés desde adolescente. Siempre acicateado por su pasión literaria. Traducía sin dificultad a Keats y a Rimbaud, a Trakl y a Rilke, podía recitar sin error a Verlaine y a Baudelaire, entre muchos otros.

Su pasión le llevó a escribir una carta de dos hojas a T. S. Eliot, datada el 20 de diciembre de 1948. En ella su ardiente juventud le hizo enviar al poeta de Missouri, quien acababa de recibir el Premio Nobel de Literatura, la traducción de varios de sus poemas y una entusiasta apreciación crítica de su obra. Eliot guardó la carta y su sobre, conservados hoy en el archivo "The Papers of the Hayward Bequest of T. S. Eliot", en el King's College Archive Center, en Cambridge University, Inglaterra, bajo la referencia HB/L/9k. Derechos familiares de los herederos de Eliot sobre el documento hicieron engorroso y caro el publicar en la ocasión presente, el contenido de la carta.

La poesía y el ensayo son los vestigios materiales que ha dejado de su "travesía por el tiempo silenciado", título feliz de uno de sus más bellos libros de poemas.1 Entre sus incontables estudiantes en el Colegio Nacional y en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, las huellas personales han sido sin duda más sensibles y más intensas. A ellas habría que recurrir para reconstruir en lo posible ese centro vital del que manaba su personalidad. Filósofo más de palabra dicha que escrita, encontró en la poesía de Ricardo Molinari la expresión cabalde su propio sentimiento vital. Pero no dejó por ello de escribir sus propios libros de poesía. Su última obra, en una prosa de lirismo incontenible, Nacer en La Plata,2 es el resumen por adelantado que escribió de su propia vida. Confesó en una ocasión que cada línea del libro le había costado un mar de lágrimas. Es el sentido curriculum vitae con el que, seguramente, creía que habría de presentarse ante su Creador en ese momento en el que, dicho con sus palabras, su existencia dejaría paso a su esencia -momento que, sin que él lo advirtiera, invadido por una cruel pero a la vez piadosa enfermedad que le privó de la conciencia,llegó en la mañana del domingo 28 de octubre de 2007, en la ciudad de La Plata. En silencio.

Siempre soñó con reunir en un volumen un grupo de dieciséis de sus ensayos. Nunca pudo realizar su proyecto, en parte por falta de dinero y de apoyo editorial. Entre sus papeles hay varias versiones del libro en ciernes, identificadas con el curioso nombre de "hombre viejo" o de "hombre más viejo aun". El prólogo que escribió en febrero de 1987 es el mejor relato de la trashumancia, del peregrinaje espiritual que bullía en su interior apasionado. Tal vez su publicación aquí logre que su centro espiritual se acerque un poco más a la expresión que tanto anheló hallar en vida, liberado de la isla del silencio que tan atónito le dejaba.

"Prólogo"

Estos escritos diversos, fueron naciendo como disjecta membra en el inclemente mar de la actividad universitaria, y de difusión de la cultura filosófica y estética. Al cabo de una vida, al enfrentarme a la tarea de trasvasar su contenido (postergado por el agotador esfuerzo físico,mental y moral que acarrea dictar cátedra en la proteica universidad argentina), me encuentro ante la evidencia de su unidad conceptual por debajo de su aparente diversidad, unidad explicable en tanto que nacieron de un mismo espíritu en actitud de discusión con la época. Me doy cuenta de que sin decirlo, he ubicado sobre todo el campo del debate, un interlocutor que aunque pareciera permanecer silente, interpela: Jesucristo, el Rey de la historia. Enfrente hallo un tema obsesivo y predominante: el nihilismo. Tal nihilismo, experimentado por los diversos autores de los cuales he partido para reflexionar, adquiere facetas diversas ya sea que se trate de un anarquista de la visión como William Blake, o de un enfermo moral como Baudelaire, de un enjuiciador de la tradición occidental como Nietzsche, o de un herético sacerdote del sexo como D. H. Lawrence. Creo que cada hombre de espíritu ha facilitado una vía de acceso diferente a la reflexión. Ésta ha evitado caer en la útil metodología demostrativa o explicativa. Hay, sin embargo en este primer volumen,intentos comprensivos, aproximaciones que más interesan por lo que dicen que por aportar datos a una exigencia verificadora. Como pretendido poeta anduve errante por inmensos mundos espirituales, apenas guiados por hipótesis imaginativas, que son el pretexto para la efusión de ideas que se sitúan mucho más allá del universo sin imaginación del cientificista elucubrante. Como el niño se atreve a hacer fiestas al ogro cuando se pone fuera del alcance de sus fauces homicidas. Como estoy convencido de la verdad del dicho de Heráclito que afirma que los que sueñan también contribuyen a crear el universo, para mí resultan enriquecedores estos mundos imaginarios. Y sólo tienen el objetivo de suscitar la sospecha de que el imperioso mundo del silencio, proclamado por Wittgenstein en su enigmática Proposición número siete, está poblado de sombras que conviven e inficionan el mundo efable, en el espíritu del hombre. Dicho de otra manera que la ciencia (como arquitecta) construye moradas mezquinas que el hombre nunca podrá habitar sin tener que dejar de lado su humanidad. Mucho me temo que la asepsia, cuando es excesiva, se pone en contra de la vida.

Narciso Pousa La Plata febrero de 1987"

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1 Buenos Aires: Emecé Editores, 1973.

2 La Plata: Almenara, 1990.

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