Revista de Filosofía y Teoría Política, 2009, nº 40, p. 165-169. ISSN 2314-2553
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Filosofía.

Reseña/Review

Oliver Marchart, El pensamiento político postfundacional. La diferencia política en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2009, 257 p.

Martín Retamozo

Universidad Nacional de La Plata


La distinción entre lo político y la política se ha constituido como una referencia ineludible para buena parte del pensamiento político contemporáneo. Esta diferenciación, que puede rastrearse en los clásicos pero que cobra forma a lo largo del siglo XX con autores de la talla de Carl Schmitt y Hannah Arendt, ocupa un lugar central en las agendas de teóricos políticos como Jean-Luc Nancy, Claude Lefort, Alain Badiou y Ernesto Laclau. Este libro trata precisamente de las implicancias teóricas de asumir esta "diferencia política" que indica el subtítulo en lo que refiere a los fundamentos del orden, asumiendo la primacía de lo político sobre lo social desde una perspectiva postfundacional.

Marchart identifica este pensamiento político postfundacional como diferente de un mero anti-fundacionismo posmoderno, puesto que, si bien acepta que no existe el fundamento último de lo social, también acepta la necesidad de un fundamento, aunque éste sea contingente, histórico, precario y, en definitiva, político. Precisamente una de las tareas deconstructivas de este pensamiento será mostrar el carácter indeleblemente contingente de cualquier fundamento y los procesos políticos de fundación precaria y fallida de cualquier orden. La pregunta por el fundamento coloca a los autores que Marchart revisa en el sendero de Heidegger y sus reflexiones sobre la metafísica, la ontología y lo óntico; en tal sentido se los enuncia como "heideggerianos de izquierda".

Para Marchart, la diferencia entre lo político y la política es precisamente el síntoma de la ausencia de fundamento último de la sociedad, la posibilidad de pensar la necesidad y la imposibilidad de un cierre. La pregunta por estos fundamentos contingentes, la indeterminación, el antagonismo, los intentos de sutura y los procesos de apertura son el objeto de indagación de Nancy, Lefort, Badiou y Laclau, y tratados en clave filosófica con un profundo conocimiento del campo temático por el autor.

El espectro de Heidegger recorre el libro; los conceptos de acontecimiento, momento, libertad y diferencia son el trasfondo recurrente de un debate actual y complejo en el pensamiento postfundacional. La diferencia entre lo ontológico y lo óntico y, especialmente, la subversión del terreno donde la fundamentación plena es posible constituyen dos marcas presentes en los heideggerianos de izquierda. De este modo emerge una de las discusiones transversales en los debates pos (pos marxismo, posestructuralismo, posmodernismo, posmetafísico): el status del cierre precario. Es decir: si no es posible el fundamento último pero un fundamento es necesario, cómo es posible pensar la densidad ontológica de esa operación constitutiva. La noción de fundamentos contingentes de Judith Butler, por ejemplo, es presentada como un debilitamiento ontológico que pone en el centro de la discusión la contingencia necesaria. Esta noción de contingencia necesaria se constituye, para Marchart, como la clave del pensamiento postfundacional: habla de la imposibilidad de un fundamento pleno, pero también de la necesariedad de un fundamento precario Precisamente el encuentro con ese lugar de la contingencia es lo que algunos autores identifican como el momento político.

La genealogía de la diferencia entre el concepto de lo político y la política que presenta Marchart ubica a Schmitt y Arendt como dos pilares que en el pensamiento del siglo XX ayudaron a sentar las bases para la distinción entre un momento fundante contingente y una lógica política de administración. Con posiciones disímiles y sin una diferencia explícita entre lo político y la política, ambos autores nutrieron las corrientes teóricas con sus concepciones disociativas y asociativas en el camino de pensar lo específicamente político, sus lógicas e implicancias y, en especial, en establecer la primacía de lo político y sus consecuencias teóricas para la filosofía política.

En este escenario, dominado por la autonomía y la primacía de lo político sobre lo social y la contingencia última de cualquier fundamento, es que Marchart ubica a los cuatro autores cuyo pensamiento es objeto de análisis. Nancy, quien en colaboración con Philippe Lacoue-Labarthe fundó el Centro para la Investigación Filosófica de lo Político a principios de los ochenta, afianzó el terreno para el desarrollo del pensamiento postfundacional en la actualidad. Sus propuestas de lecturas de Heidegger y Derrida llevaron a Lucy, según Marchart, a establecer un programa de investigación sobre la retirada de lo político (del ser) y el olvido de la diferencia entre lo político y la política (lo ontológico y lo óntico). De este modo, el proyecto deconstructivista se sitúa ante la necesidad de retrazar los contornos de lo específicamente político, a partir de reconocer esta diferencia y de pensar un momento de recuperación de lo político plasmado en la producción del acontecimiento y la apertura de un espacio común de inspiración arendtiana. Marchart identifica las limitaciones del planteamiento de Nancy en su "filosofismo" y en la desatención del aspecto disociativo (antagonismo) de lo político a favor de una concepción pluralista-asociativa; de este modo se acaba por descuidar el espacio conflictivo instituyente de lo político.

Claude Lefort constituye, para Marchart, una de las referencias ineludibles en el pensamiento postfundacional por su activa recuperación del momento maquiaveliano (eminentemente conflictivo) de institución de la sociedad. En esta perspectiva, Lefort propone una genuina ontología política basada en la disolución de las certezas (contingencia) y el vacío como marca de la ausencia de fundamento pleno. De este modo es posible tematizar la relación entre lo ontológico y lo óntico a partir de una noción fuerte de antagonismo y disputa por las formas de la sociedad. La distinción entre lo político y la política adquiere con Lefort una claridad canónica para distinguir el momento de lo instituyente y el momento de diferenciación de un sistema (la política) de administración. No obstante, ambos momentos no son independientes: lo político subvierte la política a la vez que es su condición de posibilidad. La sociedad requiere de un dispositivo simbólico para fundarse contingentemente; allí lo real pugna por mostrar la ausencia de fundamento y lo imaginario, por ocultarlo. Esto es relevante para comprender las reflexiones de Lefort sobre el totalitarismo y la democracia. Mientras el orden totalitario busca borrar las huellas de la contingencia y llenar perpetuamente el vacío constitutivo, el dispositivo democrático se caracteriza por conservar el poder como lugar vacío, como recuerdo indeleble de la contingencia.

A pesar de su declarado platonismo y frecuente posicionamiento anti-heideggeriano, Marchart ubica a Alain Badiou entre los "heideggerianos de izquierda". El desarrollo de la noción de acontecimiento como el momento genuino de la política (lo político en palabra de los otros autores) es una contribución importante, ya que introduce el problema del cambio social. El acontecimiento produce la apertura de un espacio en el nivel de lo social (óntico), disrumpe el funcionamiento de la policía e instala condiciones para la emergencia del sujeto. Para Badiou, recuerda Marchart, el acontecimiento es un proceso sumamente raro en la historia y está vinculado a la producción de la verdad. El acontecimiento-verdad tiene a su vez implicancias en el plano ético-político por su relación con la justicia y la igualdad. Esta relación del acontecimiento político que muestra la contingencia del orden y la dimensión ética conduce a Badiou, según Marchart, a una etización de la política. De lo anterior el autor elabora tres críticas al planteo: en tanto el acontecimiento es relativo a la verdad (al pensar) se corre el riesgo de caer en el filosofismo y en la concepción vertical del sujeto, mientras que en tanto está relacionado con la ética, el peligro radica en el eticismo. Por su parte, con la concepción del acontecimiento como algo excepcional en la historia (la última vez en 1917), Badiou pierde de vista los procesos políticos de menor alcance pero que no pueden dejarse por fuera de la política.

Es Ernesto Laclau quien, para Marchart, produce los avances más significativos en la posición postfundacional al identificar bajo la idea de "la imposibilidad de la sociedad" la ausencia de fundamento pleno del orden social y, por lo tanto, el carácter abierto y contingente de los procesos de sutura. Lo político, vinculado al antagonismo, recupera el lugar instituyente de un orden social que naturaliza o sedimenta (y de ese modo olvida) sus orígenes políticos. Sin embargo, mediante procesos de reactivación, es posible devolver a ciertas relaciones sociales sedimentadas su carácter originariamente político. En este sentido, lo político es el momento en el que se intenta producir una sutura, un cierre o una articulación para constituir la objetividad social, algo que sólo puede hacerse discursivamente. En este plano -argumenta Marchart, siguiendo a Laclau- en la teoría del discurso hay una ontología en ciernes.

El estudio de la diferencia en Nancy, Lefort, Badiou y Laclau le sirven a Marchart para advertir sobre a necesidad de una "Filosofía de lo político" que renueve la filosofía política y supere las filosofías pospolíticas de inspiración rawlsiana y habermasiana, las cuales aniquilan la dimensión constitutiva del conflicto. Este proyecto, si bien abandona la posibilidad de un fundamento último, no rehuye el pensar la disputa por los fundamentos contingentes de lo social. En esta perspectiva la filosofía de lo político se presenta como la prima philosophia, un lugar privilegiado para pensar la dislocada ontología (causa y condición) de lo social.

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