Revista de Filosofía y Teoría Política, 2010, nº 41, p. 13-40. ISSN 2314-2553
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Filosofía.

Artículo/Article

David Hume y su adhesión inconsciente al escepticismo pirrónico

Lisandro Aguirre

Universidad Nacional del Litoral
lisandropedroaguirre@gmail.com

Resumen
Por sus propias palabras y por las de la mayoría de sus intérpretes, se ha considerado a Hume un escéptico mitigado. Sin embargo, la distinción hecha por el filósofo entre escepticismo pirrónico y académico no es correcta en absoluto. El objetivo de este trabajo es mostrar que quizá la filosofía escéptico-naturalista de Hume no se halla tan distanciada del pirronismo auténtico como lo afirma su propio autor. En tal sentido, intentaremos desentrañar si el 'mitigado' escepticismo del escocés no esconde cierto pirronismo inconsciente, señalando que la clave puede hallarse en el desenlace del escepticismo humeano: la 'cura de la naturaleza'

Palabras clave: Hume; Escepticismo; Pirronismo

Abstract
Hume has been considered a mitigated sceptic by himself and by most of his interpreters. Nevertheless, the distinction made by the philosopher between pyrrhonian and academic scepticism is not at all correct. The objective of this work is to show that Hume's sceptic-naturalist philosophy perhaps is not as removed from authentic pirrhonism as the author said. In this sense, we will try to see if the 'mitigated' scepticism of Scottish philosopher does not hide certain unconscious pirrhonism, indicating that the key for such a possibility could be found in the outcome of Hume's scepticism: 'the cure by nature'

Keywords: Hume; Scepticism; Pyrrhonism


La filosofía nos volvería completamente pirrónicos,
si la naturaleza no fuera demasiado fuerte para ello.[1]

Podemos vivir por las apariencias, de acuerdo con
los Pirrónicos; por la naturaleza, de acuerdo con Hume.[2]

Introducción

Puede resultar justificada la opinión de Ezequiel de Olaso que dictamina que la claridad de la famosa sentencia humeana colocada en el epígrafe ayuda a entender mejor lo que se podría denominar la "raíz del equívoco humeano" con respecto a los pirrónicos.[3] El meollo de la cuestión radica en la diferente concepción acerca del juicio que tienen los escépticos, por un lado, y Hume, por el otro.

Ahora bien, cuando Hume se dirige en su obra a los escépticos y desarrolla argumentos propios parece no sólo estar refiriéndose de un modo u otro a los pirrónicos, sino también pensando como ellos mismos lo hicieron.[4] En efecto, creemos que Hume no piensa como un fiel seguidor de la filosofía de la Academia[5] ni menos aún en el modo en que lo hizo alguna otra forma de escepticismo más moderna, como la fideísta.

Si bien en algunas partes de su obra Hume se incluye como partidario de un escepticismo mitigado,[6] en el fondo, su escepticismo es sin lugar a dudas pirrónico. Pero el pirronismo que impregna su filosofía no debería ser entendido en el sentido de escepticismo "excesivo."[7] Tal como interpretó Hume, según su distorsionada visión, lo que él denominó "pirronismo" es especie de escepticismo de la que no hay que preocuparse demasiado porque nadie podría jamás sostener en forma sincera y constante tal actitud en la vida.[8] Dicho de otra manera, el escepticismo "mitigado" o "filosofía académica,"[9] que Hume mismo recomienda como pirronismo morigerado, constituye, según la hipótesis que aquí pretendemos confirmar, una versión moderna del pirronismo auténtico.

Parece ser entonces que el escéptico escocés no pudo desembarazarse del pirronismo ni cuando lo atacaba directamente, si bien bajo una concepción errónea, ni cuando argumentaba creyendo proponer otro tipo de escepticismo: el académico. Resulta, por lo tanto, acertada la impresión del comentarista citado al comienzo cuando se refiere a la ambigüedad en el empleo que Hume hace de la palabra 'escepticismo' y a la divulgación de una concepción 'inconsistente'[10] o 'insostenible'[11] del pirronismo. La imprecisión con que Hume emplea dicha palabra parece prolongarse, a su vez, en la utilización que efectúa del término 'académico.'[12]

Surgen, pues, diversos interrogantes en torno al escepticismo que profesó le bon David Hume y a la errónea concepción que se formó del pirronismo: ¿Hay en su filosofía algún indicio certero que demuestre que Hume realizó una interpretación incorrecta de la suspensión del juicio, ya sea en forma consciente o inconsciente? ¿No es acaso ya una exageración o tergiversación afirmar que el pirronismo es un tipo de "escepticismo excesivo"? Además, ¿pudo Hume advertir tales errores? Por otra parte, ¿qué actitud habría adoptado un verdadero escéptico como Sexto Empírico, sistematizador de la tradición en cuestión, frente a las "quejas melancólicas" de un pirrónico acerca de la epoché? ¿No es acaso demasiado clara la contradicción entre la desesperación del escepticismo humeano y la serenidad del alma a la que tendían como fin los escépticos antiguos? A estas y otras preguntas importantes que emerjan en lo sucesivo como consecuencia de las primeras trataremos de dar respuestas, acudiendo para ello a las opiniones de ciertos especialistas y, por supuesto, a las palabras mismas del filósofo.

En primer lugar, es necesario determinar qué significa epoché para los escépticos pirrónicos. Luego, habría que indicar por qué la idea que forjó Hume sobre la suspensión propuesta por aquellos es incorrecta. Por último, tendríamos que justificar la idea de que, a pesar de todo, Hume no parece estar tan lejos de la actitud auténticamente pirrónica, sino que por el contrario parece reflexionar como un pirrónico. ¿Acaso intentaremos revivir la interpretación de Popkin quien declaró que Hume fue "el más grande defensor del pirronismo", de un "pirronismo consistente", esto es, un "pirronismo más fuerte"?[13]

La interpretación humeana de la epoché pirrónica

Sexto Empírico explica en las primeras páginas del Libro I de sus Esbozos que, ante la imposibilidad de preferir una entre varias opiniones por la ausencia de un criterio que permita distinguir lo verdadero de lo falso, el escéptico suspende el juicio y por azar obtiene la tranquilidad del alma (ataraxía). Según Sexto Empírico, esto no quiere decir que el escéptico anule o invalide en algún momento el mundo de los fenómenos, es decir, aquellas cosas que se le presentan al hombre inevitablemente, sino que bajo la epoché sólo se ve obligado a la abstención de emitir juicios u opiniones acerca de ellas.[14] El escéptico utiliza allí el término de origen estoico epoché, que en griego significa solamente suspensión, pero que en el contexto de la filosofía escéptica se podría interpretar correctamente como la abstención de afirmar o negar una opinión respecto de algo.[15] En efecto, Sexto Empírico afirma que "la suspensión del juicio es ese equilibrio de la mente por el que ni rechazamos ni ponemos nada".[16] Esto implica que el concepto de juicio que admite el escéptico es similar al que habitualmente tenemos nosotros: una aseveración sobre algo, una opinión afirmativa o negativa respecto de algo, y corresponde a la tercera acepción, "opinión, parecer o dictamen," que da el Diccionario de la Real Academia Española del término.

Ahora bien, respecto de lo que aparece (el fenómeno o las apariencias), el escéptico asiente. Este asentimiento que el escéptico considera legítimo formular no tiene que identificarse con el significado recién mencionado de juicio. En efecto, el escéptico se considera a sí mismo más bien como una suerte de mensajero, cronista o relator y no como un juez que determina qué es lo verdadero y qué es lo falso. Esto significa que un escéptico no es un incoherente ni un estúpido. "El escéptico asiente a las sensaciones que se le imponen; por ejemplo, al sentir calor o frío, no diría 'creo que no siento calor' o 'no siento frío'."[17] Con la suspensión, el escéptico no pretende, por lo tanto, aniquilar las apariencias, esto es, las sensaciones, las afecciones, las pasiones, etc.; lo que quiere impedir es la transgresión de ese ámbito, limitándose exclusivamente a describir lo que le ocurre: sus percepciones sensibles y racionales, a fin de evitar los trastornos o las perturbaciones innecesarias que surgirían si emitiera opiniones o juicios con respecto a lo que percibe y a lo que no se percibe. "El pirrónico en efecto no asiente a ninguna de las cosas no manifiestas."[18]

El error de Hume es haber interpretado la epoché pirrónica tomando un significado de juicio totalmente distinto al de los escépticos, pues lo asimiló al de creencia.[19] Cuando Hume afirma en su Tratado que la naturaleza nos impulsa a juzgar así como a respirar o sentir,[20] inmediatamente identifica de modo directo esta actividad judicativa con el "pensar mientras estamos despiertos, o el ver los cuerpos que nos rodean cuando dirigimos hacia ellos nuestra vista a plena luz del sol."[21] Por otra parte, al ser equiparada semánticamente la creencia con los sentimientos, Hume terminó otorgando un sentido peculiar a la palabra 'juicio', ya que la alejó de aquel significado habitual de opinión o aseveración.[22] Asimismo Hume identificó belief con 'asentimiento', pero entendiendo a ambos términos como sinónimos de mera vivacidad. En efecto, Hume afirma: ".la creencia o asentimiento, que acompaña siempre a la memoria y los sentidos, no es otra cosa que la vivacidad de las percepciones. En este caso, creer es sentir una inmediata impresión de los sentidos, o una repetición de esa impresión en la memoria. No es sino la fuerza y vivacidad de la percepción lo que constituye el primer acto del juicio y pone las bases de ese razonamiento, construido sobre él, cuando inferimos la relación causa y efecto."[23]

Más adelante, Hume equipara belief con 'opinión', definiéndola como una idea vivaz, y explica, del mismo modo que lo hará en el Resumen,[24] que la creencia es un modo peculiar de concebir una idea. "Así, como la creencia no hace variar sino el modo en que concebimos un objeto, solamente puede proporcionar a nuestras ideas fuerza y vivacidad adicionales. Por tanto, una opinión o creencia puede definirse con mayor exactitud como idea vivaz relacionada o asociada con una impresión presente.[25]

Olaso sospecha que acaso no son compatibles entre sí los distintos significados atribuidos por Hume a la palabra 'creencia'.[26] De cualquier modo, resulta evidente que el significado otorgado por el filósofo escocés mediante el término belief a la opinión y al juicio es sumamente extraño al significado que le habían dado los antiguos escépticos a dicho término.

De esta manera, Hume interpretó que Pirrón y sus seguidores habían querido anular la vida cuando propusieron como salida o solución la suspensión del juicio, ya que esto presuponía aniquilar las presentaciones, sensaciones, afecciones, etc. Hume consideró, así, que los pirrónicos no eran sino unos mentirosos porque aquello era imposible de ser llevado a cabo.[27]

Ahora bien, las preguntas que irrumpen en este momento son las siguientes: ¿Cuál es el motivo que habría llevado a Hume a cometer tal error, sobre todo teniendo en cuenta que Sexto aclara muy bien que los escépticos no anulan los fenómenos ni quedan totalmente inactivos,[28] como si fuesen una especie de vegetales o miembros de alguna exótica religión de corte oriental que en la meditación buscan eludir este mundo de los sentidos? ¿Por qué se preocuparía tanto el joven Hume de resaltar que el pirronismo implica anulación de la vida, de la cual sería conveniente alejarse, si es imposible suspender el juicio del modo en que lo entiende el propio filósofo?

De la lectura comparada que se podría hacer tanto de los Esbozos de Sexto Empírico, como del Tratado y de la primera Investigación de Hume, se infiere en primer lugar que éste comete consciente o inconscientemente un grueso error. Se trata de la apreciación de la opción que hace el escéptico antiguo de seguir el fenómeno o la guía de la naturaleza mientras se abstiene de afirmar o negar lo que es la realidad en sí. En segundo lugar, si es imposible -conforme a la visión de Hume- abstenerse de juzgar porque la naturaleza lo empuja al hombre a eso, resulta ininteligible la desesperada obsesión por alejarse del pirronismo. Justamente, si la opción pirrónica fuese insincera, resultaría también absurdo que Hume le dedicara tanta atención a dicha postura, salvo que hubiera comprendido simultáneamente el pirronismo de otro modo, distinto al de la versión que pone por escrito. Esta última posibilidad resulta poco probable y además contradictoria, ya que parece imposible que puedan existir de modo consciente en la mente de Hume dos concepciones antagónicas o, al menos, diferentes sobre el pirronismo. En este punto crucial, estimamos que sería interesante tratar de elucidar si la concepción errónea de Hume acerca de la suspensión ha sido o no plenamente inconsciente. Se podría arriesgar la hipótesis de que Hume sólo buscaba eludir con la crítica al pirronismo entendido como escepticismo total o excesivo la persecución ideológica de aquellos que en nombre de la religión imperante ejercían el poder. El único inconveniente que tendría tal hipótesis es la dificultad para demostrar con los textos que ello ocurrió así.

Asimismo es plausible el cuestionamiento efectuado por de Olaso respecto de la imposibilidad de practicar una suspensión parcial o intermitente, como la que propugna el escepticismo académico, en el caso de que fuese imposible llevar a cabo una suspensión total.[29] De acuerdo al esquema humeano del juicio, es imposible ser escéptico en sentido amplio o en un sentido total: aparentemente ni el pirrónico ni el académico deberían ser para Hume opciones viables, si es cierto que el juzgar es una operación en todos los casos incontrolable.

Por último, es nuestro deseo plantear aquí nuestra propia exégesis del escepticismo humeano sin ánimo de pretender agotar un debate que ya tiene un extenso trecho recorrido y distintas vertientes. Es sabido, en efecto, que a principios del siglo XX Norman Kemp Smith trató de mostrar que Hume no fue simplemente, o al menos principalmente, un escéptico, sino que fue más bien un naturalista.[30] Más recientemente, ciertos intérpretes sostuvieron que el escepticismo desempeñaba un papel secundario o ningún papel dentro de la posición filosófica de Hume.[31] No obstante, también fueron y son aún hoy muchos los especialistas que sostuvieron que el problema del escepticismo ha sido siempre una cuestión central para la comprensión de esta obra y que, además, defendieron la tesis de que la misma filosofía de Hume era escéptica.[32] En verdad, como explica Plinio Smith, más allá de los detalles de cada interpretación, se podrían distinguir dos posiciones básicas que parecen estar sustentadas en el texto. La primera posición, más conocida y tradicional, es la que defiende una interpretación escéptica del pensamiento de Hume al negar la realidad objetiva de la causalidad, del mundo y del sujeto.[33] La segunda línea interpretativa, más reciente, lee a Hume como un filósofo naturalista cuya contribución no es destruir el conocimiento, sino desenmascarar y resaltar el papel de los instintos y creencias naturales.[34] Tal vez con el correr del tiempo podamos descubrir una tercera línea hermenéutica de la filosofía humeana que recupere las ventajas de las posiciones anteriores sin encasillarse en ninguno de los extremos. Conformémonos por ahora con exponer nuestra versión de la interpretación escéptico-pirrónica sobre el pensamiento humeano.

El pirronismo inconsciente de Hume

Quizá la filosofía escéptico-naturalista de Hume no se encuentra tan distante del pirronismo como lo plantea su propio autor. En tal sentido, a partir del lema pirrónico que ordena seguir el fenómeno, sería oportuno intentar desentrañar si el "mitigado" escepticismo del escocés esconde o no, bajo sus túnicas naturalistas, cierto pirronismo consciente o inconsciente que en ningún momento infringe la epoché, o por el contrario -conforme lo han declarado algunos estudiosos- constituye una muestra clara de escepticismo académico que se caracteriza por admitir ciertos grados de probabilidad y que se compadecería mejor con el proyecto de Hume de una ciencia de la naturaleza humana.

Nuestra hipótesis central podría enunciarse del siguiente modo: el desenlace del escepticismo humeano a través de la cura de la naturaleza termina aproximando a este filósofo a una actitud típicamente pirrónica antes que a la actitud propia de la filosofía académica. En contraposición a la interpretación según la cual la crisis escéptica de Hume desemboca en un escepticismo académico,[35] creemos, pues, que en su filosofía subyace un pirronismo (tal vez inconsciente)[36] que respeta bajo otras tonalidades los puntos esenciales de dicha actitud. Ello a pesar de que el mismo filósofo se haya empeñado en negarlo explícitamente y aunque se destaque como característica central del pirronismo humeano un ingrediente inexistente en el pirronismo originario: la llamada desesperación melancólica.[37]

Con los términos pirronismo inconsciente o adhesión inconsciente al escepticismo pirrónico en la filosofía de Hume pretendemos aclarar que, según la idea que el filósofo tuvo de las distintas clases de escepticismo, es correcto que él no se considere a sí mismo como un pirrónico. Pero, desde otro punto de vista, más ajustado a los parámetros del auténtico pirronismo antiguo planteado por Sexto Empírico, Hume podría llegar a ser catalogado justamente como un eslabón "moderno" de la extensa tradición escéptica fundada por la mítica figura de Pirrón de Elis y continuada posteriormente por Enesidemo y Sexto Empírico.[38]

En efecto, es posible encontrar afirmaciones de Hume, como aquellas que destacan la fuerza de la naturaleza frente a la amenaza corrosiva de la filosofía o de la razón, en las cuales parecería resonar el viejo eco de la ataraxía inesperada sobreviniente a la epoché de los escépticos, lo cual confirmaría así su adhesión a los principios pirrónicos. En tal sentido es oportuno recordar ahora aquel pasaje del Tratado en el que nuestro filósofo afirma: "Puedo aceptar, incluso debo aceptar la corriente de la naturaleza, y someter a ella mis sentidos y mi entendimiento. Y es en esta sumisión ciega donde muestro a la perfección mi disposición y principios escépticos."[39] O lo que afirma en la página siguiente, a nuestro entender: "Si creemos que el fuego calienta o que el agua refresca, esto se debe únicamente a que nos cuesta demasiado trabajo pensar de otro modo. Más aún: si somos filósofos, tendremos que serlo únicamente sobre la base de principios escépticos y por la inclinación que sentimos a emplear nuestra vida de esa forma."[40]

Si bien en el ánimo de los escépticos antiguos no aparecen, de hecho, la melancolía ni la desesperación cuando ya se ha suspendido el juicio, mientras que -como señala Penelhum- en Hume y sus antecesores (como Pascal, por citar un ejemplo) el escepticismo es sinónimo de angustia y desesperanza,[41] el desenlace en que termina la filosofía para los pirrónicos y para el propio Hume consiste en aquietarse dejándose guiar por la naturaleza. ¿Son ambas posturas dos auténticos escepticismos que poseen un mismo denominador común que, en palabras del filósofo antiguo, se traduce en tomar como guía al fenómeno y, al decir del filósofo moderno, conduce a la cura mediante la naturaleza? ¿Existe acaso alguna diferencia conceptual importante entre las apariencias (según los pirrónicos) y la naturaleza (según Hume)?

El compromiso moral asumido por el pirrónico de ser fiel a la naturaleza, manteniéndose en lo fenoménico y suspendiendo cualquier tipo de opinión, revela una tendencia a dejar que la naturaleza se manifieste en nosotros sin intervención de la razón o pensamiento humano que por lo general busca el ser, la forma o la esencia y, en fin, termina dogmatizando sobre la realidad que se supone está detrás de los fenómenos, apariencias o cualidades. ¿Qué vínculo se podría establecer entre ese compromiso pirrónico y el compromiso humeano de atenerse a la experiencia? No es meramente casual ni superficial el análisis de Julia Annas, quien considera en este aspecto que el uso hecho por Hume de la naturaleza corresponde de distintos modos al lugar que ocupan las apariencias en el pirronismo antiguo.[42] De allí que hoy nos resulte muy extraño que el filósofo escocés no haya visto la analogía entre lo que él estaba proponiendo y la forma de pirronismo que encontramos en Sexto.[43]

Por otro lado, cuando Hume lleva a cabo la tarea crítico-destructiva de conceptos como el de sustancia, ya sea material o espiritual, no hace sino seguir de algún modo el sendero de los antiguos escépticos, puesto que no quiere pronunciarse afirmativa ni negativamente acerca de aquello que se llama "sustancia." A pesar de que Hume explica tanto este concepto como el de la existencia continua e independiente del mundo apelando fundamentalmente a la creencia, la imaginación y la costumbre, suponemos que hablar de ficciones no implicaría en forma necesaria una traición al espíritu del pirronismo.[44] Si bien la palabra "ficción" utilizada por Hume parece darnos por supuesta una discriminación tácita entre mentira y realidad, cosa que el escéptico pirrónico se negaría hacer, recordemos que Sexto Empírico, al referirse a los fenómenos, dice que "cuando nos dedicamos a indagar si el objeto es tal como se manifiesta, estamos concediendo que se manifiesta y en ese caso investigamos no sobre el fenómeno, sino sobre lo que se piensa del fenómeno. Eso es distinto a investigar el propio fenómeno."[45] ¿Podría quizá establecerse aquí una analogía entre la ficción humeana y lo que -según Sexto Empírico- se piensa del fenómeno?

En ningún momento el filósofo escocés pretende negar la existencia del mundo de los cuerpos independiente de nuestras percepciones, sino que se preocupa por mostrar que somos incapaces de probar dicha existencia aunque nos sea imposible dejar de creer en ella. "Podemos muy bien -dice Hume- preguntarnos qué causas nos inducen a creer en la existencia de los cuerpos, pero es inútil que nos preguntemos si hay o no cuerpos. Este es un punto que debemos dar por supuesto en todos nuestros razonamientos."[46]

Por lo tanto, lo que el filósofo escocés propone a través de la suave cura de la naturaleza consiste en limitarse a asentir a lo que se le presenta al hombre: las percepciones y las distintas conexiones entre ellas que la experiencia y la costumbre nos presentan. Según Hume, "la mente nunca tiene nada presente, sino las percepciones, y no puede alcanzar experiencia alguna de su conexión con los objetos."[47] Por eso niega luego la distinción defendida por algunos filósofos, como Locke, entre cualidades primarias y secundarias. El problema es determinar si al decir que no resulta posible alcanzar la experiencia de la coincidencia o no entre las percepciones y el objeto, Hume transgrede efectivamente el ámbito de lo fenoménico. El hecho de que la naturaleza nos impulse a juzgar, como a respirar y a sentir, no constituye, de acuerdo a nuestro punto de vista y a pesar de las palabras del mismo Hume, una razón suficiente para afirmar que hay en este sentido un distanciamiento del pirronismo y un concomitante acercamiento a cierta clase de escepticismo académico. Es más, quizá debamos desconfiar, o no seguir ciegamente, las afirmaciones que hace Hume respecto del escepticismo pirrónico en oposición al escepticismo académico. Primero, porque el epíteto "total" es una tergiversación del pirronismo, si por "total" entendemos invalidación de las impresiones y presentaciones inevitables. Segundo, porque el probabilismo académico que dice Hume profesar en la primera Investigación contiene más bien la actitud pirrónica, actitud en virtud de la cual se sigue como guía el fenómeno y se evita correctamente,[48] a través de la epoché, transgredir dicho ámbito fenoménico para no afirmar ni negar que las percepciones o cualidades percibidas por el sujeto tienen un correlato o fundamento en algo real independiente de la sensación o algún grado de verosimilitud mayor o menor que otras.

La creencia natural en el mundo externo y en la causalidad basada en la costumbre, que se torna tan indispensable para la vida del hombre, tiene al mismo tiempo una cierta provisionalidad y precariedad que nos induce a pensar que las cuatro reglas propuestas por Sexto Empírico, para cubrir las "exigencias vitales",[49] no son exactamente opuestas a las creencias naturales que Hume intenta describir como una característica natural (universal) de la naturaleza humana. Estas creencias y aquellas reglas son injustificables racionalmente pero vitalmente imprescindibles. Hume describe las creencias, Sexto Empírico recomienda las reglas.

Hume expone la provisionalidad y precariedad de las creencias causales cuando se refiere a los razonamientos empíricos. Para él, "todos nuestros razonamientos acerca de cuestiones de hecho parecen fundarse en la relación de causa y efecto. Tan sólo por medio de esta relación podemos ir más allá de la evidencia de nuestra memoria y sentidos;"[50] pero estos razonamientos no tienen el mismo grado de veracidad y evidencia que las verdades matemáticas, que son relaciones puras entre ideas. En realidad, "lo contrario de cualquier cuestión de hecho es, en cualquier caso, posible porque jamás puede implicar una contradicción... Que el sol no saldrá mañana no es una proposición menos inteligible ni implica mayor contradicción que la afirmación saldrá mañana."[51] De esta manera, Hume intenta hacernos conscientes de que nuestra creencia en la inferencia causal, basada en el principio según el cual el curso de la naturaleza continúa siempre siendo el mismo de modo uniforme, no puede ser probada racionalmente ni es intuitivamente cierta; tal vez sólo pueda decirse que es aún probable. Pero, "la probabilidad está basada en la conjetura de que existe semejanza entre objetos de los que hemos tenido experiencia y objetos no experimentados."[52] Nos vemos obligados, por lo tanto, a admitir esta creencia natural pero no por su grado de evidencia ni de verdad, sino porque es imposible poner en práctica la negativa "pirrónica" (entendiéndola bajo la tergiversación humeana) de esta creencia.

La suposición de que el futuro se parece al pasado se deriva de la costumbre; sin embargo, más allá de su falta de necesidad, evidencia o certeza, esas creencias consuetudinarias en la causalidad y en la existencia continua e independiente de los cuerpos dominan y deben dominar puesto que son esenciales para hacer posible la vida humana. La premisa o suposición de la uniformidad de la naturaleza se basa en el hábito que constituye una suerte de ley de inercia, por decirlo así, para la imaginación. Esta facultad funciona de acuerdo al modo en que está acostumbrado a hacerlo.

Ahora bien, en cuanto a la ya señalada precariedad y provisionalidad, que parecería existir en las asociaciones que efectúa la mente humana, entre las ideas a través de la imaginación, habría que hacer la siguiente salvedad. En ningún momento Hume intenta justificar el hallazgo de forzosa necesidad, que implique demostración evidente o verdad indiscutible, en las leyes o principios que rigen las asociaciones de las impresiones y las ideas de los hombres. Si bien reconoce en varias de sus obras que los "principios de unión de ideas" son "tres principios generales,"[53] inmediatamente sostiene que esos "principios no son ni causas infalibles ni las solas causas de una unión de ideas."[54] Y en la misma página del Tratado en que desarrolla esta idea, agrega que "el pensamiento tiene obviamente un movimiento muy irregular al pasar por sus objetos, y puede saltar de los cielos a la tierra, de un extremo a otro de la creación, sin método ni orden determinados."[55] Con esto Hume pretende indicar que la mente puede asociar ideas libremente sin sujetarse de manera inevitable a esos principios por los cuales los hombres asociamos. Sin embargo, "aunque admita -dice Hume- esta debilidad en esas tres relaciones, y esta irregularidad en la imaginación, afirmo con todo que los únicos principios generales de asociación de ideas son la semejanza, la contigüidad y la causalidad."[56] Lo mismo dice en la Sección III de la Investigación: "Para mí sólo hay tres principios de conexión entre las ideas, que son: el de semejanza, el de contigüidad en el espacio o en el tiempo, y el de causa o efecto". Pero, agrega inmediatamente: "puede resultar difícil demostrar a satisfacción del lector, e incluso a satisfacción de uno mismo, que esta enumeración es completa, y que no hay más principios de asociación que éstos."[57]

En consecuencia, podría parecer justificado a primera vista concluir en torno a esta cuestión que Hume no es desde ningún punto de vista posible un pirrónico, sino por el contrario un dogmático que eufemísticamente podría catalogarse de "empirista." Julia Annas lo afirma así al mostrar que no solamente apela a la naturaleza, sino que, al elaborar una teoría de la naturaleza humana que explica nuestras tendencias a tener creencias incluso cuando reconocemos que falta apoyo racional para ellas, es un naturalista de un modo que los escépticos antiguos no lo fueron.[58] Por ello, según la opinión de esta experta, "la actitud subyacente al escepticismo de Hume es un caso [...] de dogmatismo antiguo."[59] En efecto, en este punto, Hume parece abandonar la suspensión propia de cualquier escepticismo auténticamente pirrónico y emite un juicio afirmativo: la aseveración de que son solamente tres los principios generales de asociación y que además son universales. Evidentemente, esto configuraría una flagrante transgresión a la actitud pirrónica que pretende mantenerse ajena al ejercicio de la afirmación y la negación. ¿Podría un pirrónico transgredir su epoché, ese estado de la mente por el ni negamos ni afirmamos nada, para afirmar como hace Hume que existen tres leyes universales? En principio, tendríamos que responder negativamente y concluir entonces que, de existir una pizca de pirronismo en Hume, se habría abstenido de afirmar cosa semejante. Sin embargo, del hecho de que universalmente asociemos ideas de un cierto modo no se deriva como consecuencia la necesidad de la creencia natural, esto es, el hecho de que la creencia en esas asociaciones deje de ser precaria y provisoria. Es algo que nos ocurre, algo que el filósofo escocés quiso describirnos porque es eso lo que nos sucede. De hecho recordamos que al ver objetos similares que denominamos "llama" ocurre posteriormente el haber sentido una especie de sensación que denominamos "calor." Quizá con este relato no se intente afirmar nada sino narrar o describir los mecanismos por los cuales los hombres asentimos a ciertos fenómenos.

Cuando Sexto Empírico afirma, en uno de los capítulos del Libro Primero de los Esbozos, [60] que el escéptico no dogmatiza cuando "asiente a las sensaciones que se imponen" está mostrándonos indirectamente lo difícil que es comprender la posibilidad de una completa epoché al hablar o al escribir sobre lo que nos está pasando, cediendo sin una vehemente inclinación. Este es el problema de Hume: describir lo que se le presenta sin afirmar una realidad que esté más allá de esa misma apariencia. Creemos que Hume pretende inconscientemente quedarse dentro del límite escéptico que reza: "el pirrónico en efecto no asiente a ninguna de las cosas no manifiestas."[61] Es decir, del mismo modo en que un escéptico pretende defenderse de cualquier imputación de dogmatismo cuando asiente a las sensaciones y formula sus típicas expresiones sobre cosas no manifiestas, o bien, cuando habla de los fundamentos de su actitud -pues el lenguaje humano parece constituir una trampa insoslayable de dogmatismo aparente o real-[62], creemos que Hume procede implícitamente de modo semejante, esto es, al modo pirrónico, por así decirlo.

Si Sexto habla del fundamento del escepticismo y afirma en qué consiste dicho fundamento, ¿hasta qué punto podría uno imputarle legítimamente dogmatismo o falta de pirronismo a Hume, basándose en el sólo hecho de que afirma que los principios de la asociación de ideas son tres? Suponemos que Hume no se hubiera alegrado, ni mucho menos, al enterarse de que algunos de sus lectores futuros iban a hacer esfuerzos considerables de interpretación para defender la tesis de que su pensamiento es en alguna medida pirrónico; sin embargo, estimamos que hubiera estado conforme con la opinión según la cual la afirmación de que los hombres tenemos ciertas creencias naturales y ciertos principios psicológicos de asociación de ideas no implica de ninguna manera dogmatismo. Cuando el pensador escocés afirma cosas como ésas, seguramente piensa lo mismo que Sexto: se dice sin dogmatizar.

Respecto del concepto central de "creencia", que -como ya se advirtió- es equiparado con "opinión" y "asentimiento,"[63] Hume deja en claro, después de afirmar que aquella "no añade ninguna nueva idea," que se trata de una forma de concebir las ideas y que no es "algo que resulta distinguible del sentimiento y que no depende de la voluntad como lo hacen todas nuestras ideas."[64] De esta manera, Hume nos está dando la señal inequívoca de que la creencia no implica la idea de un asentimiento distinta al asentimiento que da el pirrónico cuando toma como criterio de orientación al fenómeno, es decir, cuando cede sin vehemencia ante lo que le ocurre involuntariamente. En ninguno de los casos parece intervenir la voluntad para decidir o efectuar una afirmación o negación. En la creencia humeana no se afirma algo como verdadero, sino que se da por supuesto en el sentido de ceder antes lo que nos ocurre. En la creencia pirrónica sucede algo semejante. Cabe recordar en este sentido que el mismo Sexto afirmaba que los escépticos también creen;[65] pero haciendo la salvedad de que lo hacen en un sentido totalmente distinto al de los académicos. Como declara en sus Esbozos: "los académicos y los escépticos creen [peithesthai] en algunas cosas." los primeros "dicen que algunas cosas son probables y que las creen con acusada convicción; mientras que nosotros [los pirrónicos] creemos simplemente en el sentido de asentir, sin vehemencia [prospatheias]" (PH I, 230). Por otra parte, algunos autores han defendido también la tesis sobre las creencias del escéptico. Así, por ejemplo, Michael Frede, declaró hace ya unos años que el escéptico no renuncia a tener creencias o, al menos, puede tenerlas sin infringir con ello la epoché, oponiéndose así a la interpretación tradicional del escepticismo pirrónico, según la cual el escéptico, al suspender el juicio, suspende cualquier tipo de creencia.[66] Para Frede, el escéptico siempre cree o piensa algo y tal cosa es perfectamente compatible con su escepticismo.[67] El gran descubrimiento del escéptico no es el hecho de que sea perfectamente posible vivir sin creencias, sino la equipolencia o equivalencia de las distintas opiniones sobre algo, lo que sí conduce a la epoché.[68] No obstante, no todos los expertos comparten la opinión de que los escépticos puedan poseer creencias.[69]

En torno a este tema, creemos que Hume es sumamente claro y contundente en un pasaje de una obra suya que se editó póstumamente. Se trata de una nota particularmente interesante que agregó Hume en la Parte XII de los Diálogos sobre religión natural el mismo año de su muerte. En ella Hume declaraba lo siguiente:

"(.) Ningún filósofo dogmático niega que haya dificultades, tanto en relación a los sentidos como a toda ciencia, y que esas dificultades sean absolutamente insolubles dentro de un método lógico y regular. Ningún escéptico niega que estamos bajo la necesidad absoluta, no obstante esas dificultades, de pensar, de creer y de razonar con respecto a todas clases de asuntos, y hasta frecuentemente de asentir con confianza y seguridad."[70]

Como asegura Popkin, la mayoría de los dogmáticos y escépticos seguramente no hubiera aprobado esta caracterización hecha del escéptico; sin embargo, es esto lo que parece reflejar el pensamiento de Hume, un hombre que se ocupó de mostrar que la evidencia para respaldar u oponerse a las declaraciones de conocimiento eran insuficientes tanto para justificarlas como para desaprobarlas.[71] En esta nota Hume parece referirse a todo tipo de creencias al decir "todas clases de asuntos", incluso las creencias religiosas. Pero, ¿cómo? ¿Es acaso posible ser escéptico y creyente religioso al mismo tiempo? Recordemos al respecto como símbolo de genuina adhesión al pirronismo por parte del mismo Hume (más allá de que quizá no haya sido consciente de esto), aquella declaración de tinte religioso hecha por Sexto Empírico en sus Esbozos: "nosotros, siguiendo a la gente normal, decimos sin dogmatismos que hay dioses, y reverenciamos a esos dioses y afirmamos que son providentes."[72]

Conclusiones

Por lo dicho hasta aquí y a pesar de los prejuicios que despierten las palabras "creencia", "principios de asociación" y otras varias expresiones que utiliza David Hume, no creemos que sea fácilmente refutable la interpretación que acentúa el aspecto fuertemente pirrónico del pensamiento humeano.

En definitiva, y en razón de las ideas expuestas, sostenemos que Hume, lejos de estar en las antípodas del pirronismo, está básica, aunque inconscientemente, de acuerdo con Sexto Empírico. No obstante, sí se encuentra, al igual que el pirronismo de Sexto Empírico, a una distancia abismal del pirronismo "inventado" y simultáneamente "impugnado" por la pluma de algunos filósofos modernos, entre ellos el mismo Hume. Tal vez la causa de la falsa concepción que éste elabora del pirronismo, adquiriendo en su visión un tinte melancólico y desesperado, se deba a la inconmensurabilidad que algunos especialistas han señalado entre escepticismo antiguo y escepticismo moderno. Es posible que en Hume la imposibilidad de llegar a pronunciarse acerca de la esencia de las cosas, ya sean corporales o espirituales, se transforme en la tragedia de la incertidumbre e incognoscibilidad de la realidad que, en lugar de traer la paz, provoca únicamente, mediante la suspensión, delirio y melancolía. Educados en los principios de la doctrina cristiana y herederos de una larga historia metafísica, religiosa y moral, los modernos no pudieron concebir sino que la serenidad sólo podría ser alcanzada mediante certezas absolutas. En cambio, para la mentalidad antigua de los escépticos griegos esta imposibilidad cognoscitiva que se vivía bajo la epoché fue experimentada de forma realmente diversa.

Detengámonos por un momento en los memorables párrafos de las últimas páginas de la Parte Cuarta del Libro I del Tratado:

"...El examen intenso de estas contradicciones e imperfecciones múltiples de la razón humana me ha excitado, y calentado mi cabeza de tal modo, que estoy dispuesto a rechazar toda creencia y razonamiento, y no puedo considerar ninguna opinión ni siquiera como más probable o verosímil que otra /.../

Pero por fortuna sucede que, aunque la razón sea incapaz de disipar las nubes, la naturaleza misma se basta para este propósito, y me cura de esa melancolía y de este delirio filosófico, bien relajando mi concentración mental o bien por medio de alguna distracción: una impresión vivaz de mis sentidos, por ejemplo, que me hace olvidar todas estas quimeras. Yo como, juego una partida de chaquete, charlo y soy feliz con mis amigos; y cuando retorno a estas especulaciones después de tres o cuatro horas de esparcimiento, me parecen tan frías, forzadas y ridículas que no me siento con ganas de profundizar más en ellas."[73]

Es evidente que el pirronismo humeano se asoma con nítida transparencia cuando el filósofo declara expresamente que ninguna opinión es más probable ni verosímil que otra. Ahora nos preguntamos entonces: ¿Dónde está el escepticismo académico de lo "razonable" o lo "probable" que hubieran defendido un Arcesilao, un Carnéades o un Clitómaco en el siglo III a.C. y que el mismo Hume intentaba defender como postura propia en la Sección XII de la primera Investigación?

Por otro lado, la solución de la naturaleza, que cura sabiamente de la melancolía (elemento extraño al pirronismo antiguo) se propone como una solución bastante peculiar. No trae al hombre una nueva forma de conocimiento, ni distintas vías de acceso a la verdad, ni menos aún certezas absolutas. En realidad, la opinión verdadera, y tal vez incluso hasta la opinión más probable o verosímil, siguen siendo todavía -desde nuestro punto de vista- meras quimeras u objetivos utópicos inalcanzables para Hume, quien piensa que el hombre de la calle escapa por momentos del escepticismo de su gabinete filosófico cuando deja de reflexionar o utilizar su razón. Las impresiones de los sentidos, la cena y el juego con los amigos representan en la filosofía humeana la versión moderna británico-escocesa del principio escéptico según el cual el criterio de orientación es atender a los fenómenos sin dogmatismos en vistas de las exigencias vitales.[74] Es decir, aunque en Hume se presenta al mismo tiempo como una "salida" o "escape" de la melancolía filosófica que trae el escepticismo en la modernidad como resultado histórico, constituyen un conjunto de reglas prácticas para poder subsistir en medio de la epoché.

En síntesis, al afirmarse en el Tratado que el verdadero escéptico debe desconfiar hasta de sus dudas y someterse a la corriente de la naturaleza, creyendo que el fuego calienta y el agua refresca, ¿no se está describiendo con precisión casi técnica la actitud paradigmática del escéptico pirrónico? Parece, pues, increíble que el mismo Hume no haya podido advertir -como declara Annas- "la afinidad entre el pirronismo real y su propia posición, a saber, que el argumento puede destruir el apoyo racional para muchas de nuestras creencias, dejando solamente el hecho de que la naturaleza nos lleva a obrar y decidir de cualquier manera, incluso en la ausencia de apoyo racional."[75]

Notas

[1] Hume, David (1992), Resumen del tratado de la naturaleza humana, estudio introductorio, edición bilingüe y glosario de José Luis Tasset, Barcelona, Libros de Er, p. 143. En adelante nos referiremos a esta obra bajo la palabra Resumen.

[2] Annas, Julia ([2000] 2007), "Hume e o ceticismo antigo", trad. Plínio Junqueira Smith, SKÉPSIS. Revista de Filosofía. San Pablo (Brasil), Vol. 1, N° 2, Novembro, p. 141.

[3] Olaso, Ezequiel de (1977), "La crisis pirrónica de Hume", Revista Latinoamericana de Filosofía, Vol. III, N° 2, julio, p. 138. Posteriormente el autor omitió esa mención sobre el "equívoco humeano: el pirrónico jamás pensó en anular, con la suspensión, funciones naturales." Veáse Olaso, Ezequiel de (1981), Escepticismo e ilustración. La crisis pirrónica de Hume a Rousseau, Venezuela, Universidad de Carabobo, p. 30-31.

[4] Cf. Sanfélix Vidate, Vicente (1994), "Del delirio melancólico a la serenidad reflexiva" en Mirar con cuidado, Editores J. Millet y N. Sánchez, Valencia, pp. 59 y ss.

[5] Pese a que, la cuestión de si la doctrina de la Academia Nueva es la misma que la de los escépticos pirrónicos ha sido largamente debatida por la crítica, Brochard incluye a aquella doctrina dentro de la historia del escepticismo antiguo, temporalmente entre el escepticismo práctico de Pirrón y el escepticismo dialéctico de Enesidemo; pues, según este autor, ciertas "analogías exteriores" así lo justifican (Brochard, Víctor ([1887] 2005): Los escépticos griegos, trad. Vicente Quinteros, Buenos Aires, Losada.). No obstante, la diferencia entre pirrónicos y académicos aparece ya desarrollada en la obra de Sexto Empírico, quien se esmera por resaltar el abismo que separa a unos de otros. Así, por ejemplo, sus Esbozos Pirrónicos distinguen claramente tres clases de sistemas filosóficos: "...sobre las cosas que se investigan desde el punto de vista filosófico, unos dijeron haber encontrado la verdad, otros declararon que no era posible que eso se hubiera conseguido, y otros aún investigan. Y creen haberla encontrado los llamados propiamente dogmáticos, como por ejemplo los seguidores de Aristóteles y Epicuro, los estoicos y algunos otros. De la misma manera que se manifestaron por lo inaprehensible los seguidores de Clitómaco y Carnéades y otros académicos. E investigan los escépticos. De donde, con mucha razón, se considera que los sistemas filosóficos son -en líneas generales- tres: dogmático, académico y escéptico." (Sexto empírico (1993), Esbozos Pirrónicos, trad. Antonio Gallego Cao y Teresa Muñoz Diego, Madrid, Gredos, I, 2-4, p 51. En adelante nos referiremos a esta obra con las siglas HP.) Por otra parte, en cuanto al tema de las creencias, Sexto Empírico también los distingue diciendo que los académicos creen [peithesthai] "con acusada convicción"; mientras que los pirrónicos creen "simplemente en el sentido de asentir, sin vehemencia [prospatheias]." (PH, I, 230, p. 130). De todas maneras, tal vez no fuera apropiado recurrir sólo a Sexto Empírico como fuente del pensamiento elaborado en la Academia escéptica, pues, como señala Julia Annas, éste no tenía razón alguna en dar al lector una información desinteresada respecto de los académicos y sí la tenía para persuadir al lector de que la forma genuina de escepticismo era la que proponía él mismo. (Cf. Annas, Julia ([2000] 2007), p. 147 n. 29.) Además, Sexto Empírico no realizó un tratamiento completo ni exhaustivo de la filosofía de la Nueva Academia, sino que se ocupó solamente de aquellos rasgos relevantes referidos a las cuestiones que tenían relación con la actitud escéptica (Cf. Olsshewski, Thomas (1991), "The Classical Roots of Hume's Skepticism", Journal of the History of Ideas, Vol. 52, N° 2 (April), p. 272). Por ello, existe disparidad de criterios. Algunos expertos no han hallado diferencias tan tajantes entre ambas corrientes de escepticismo (Cf. Véase al respecto Brochard, Víctor ([1887] 2005); y Frede, Michael (1987), "The skeptic's Two Kinds of Assent and the Question of the Possibility of Knowledge" (cap. 5, pp. 127-151), en Frede, Michael y Burnyeat, Myles (eds.) (1997), The original sceptics: A Controversy, Indianapolis, Hackett Publishing Co.) En tal sentido, Brochard sostiene que "el pirronismo y la Nueva Academia tienen una gran semejanza, puesto que uno y otro combaten el dogmatismo y, por la fuerza de las cosas, tienden a emplear los mismos argumentos." (Brochard, Víctor ([1887] 2005), p. 473.) Hay otros estudiosos, sin embargo, como Ezequiel de Olaso, que detectan un contraste muy marcado entre ambas corrientes, identificando al academicismo con un escepticismo dogmático o dogmatismo negativo y una variante del probabilismo (Olaso, Ezequiel de (1981), p. 42-50.) En el Prefacio a su célebre Historia del escepticismo, Richard Popkin establece por su parte grandes diferencias entre el escepticismo académico y el escepticismo pirrónico, definiendo a éste último como la actitud que surge al encontrar evidencias insuficientes e inadecuadas para determinar si algún conocimiento es posible y que, por lo tanto, recomienda suspender el juicio en todas las cuestiones concernientes al conocimiento. El escepticismo formulado en la Academia Platónica en el siglo III a.C. se desarrolló -según explica este especialista- a partir de la observación socrática "sólo sé que no sé nada" y teniendo principalmente como adversarios "dogmáticos" a los filósofos estoicos. En consecuencia, el escéptico académico afirmó que nada era cierto y que la mejor información que podíamos obtener era sólo probable. Desde el punto de vista de Popkin, los pirrónicos consideraron que tanto los dogmáticos como los académicos afirmaban demasiado, los primeros diciendo: "Se puede conocer algo", los segundos diciendo: "Nada se puede conocer".

[6] Cf. Hume, David (1978), A Treatise of Human Nature, Oxford, edited by L. A. Selby-Bigge, second edition, with text revised by P. H. Nidditch, Oxford, Clarendon Press, p. 269; p. 377 de la edición en castellano de Félix Duque, Madrid, Tecnos, 1992. En adelante nos referiremos a esta obra con las siglas THN y la citaremos anteponiendo las siglas SB para indicar las páginas de la edición de Selby-Bigge y FD para indicar las páginas de la edición castellana de Félix Duque.

[7] Hume, David (1975), Enquiries concerning Human Understanding and concerning the Principles of Morals, edited by L. A. Selby-Bigge, third edition, with text revised and notes by P. H. Nidditch, Oxford, Clarendon Press, p. 161; p. 188 de la edición en castellano de Jaime de Salas Ortueta, Hume, David, Investigación sobre el conocimiento humano, Madrid, Alianza, 1992. En adelante nos referiremos esta obra con las siglas EHU y la citaremos anteponiendo las siglas SB para indicar las páginas de la edición de Selby-Bigge y JSO para indicar las páginas de la edición castellana de Jaime de Salas Ortueta.

[8] Cf. THN, S.B., p. 183; F.D., pp. 271-272.

[9] EHU, S.B., p. 161; JSO p. 188.

[10] Olaso, Ezequiel de (1977), p. 132.

[11] Cf. Olaso, Ezequiel de (1981), pp. 19 y 21.

[12] A propósito de esto, Julia Annas comenta que Hume no mostró un verdadero interés en distinguir las dos corrientes de interpretación de Platón en el mundo antiguo: por un lado, la Nueva Academia escéptica, que consideró a Platón como un escéptico y que duró desde la jefatura de Arcesilao en el siglo III a.C. hasta el final de la Academia en el siglo I d.C. y, por otro, la interpretación dogmática de Platón, característica de los platónicos medios y neoplatónicos posteriores. De hecho, Hume usa el término 'académico' para las dos líneas, sin ser consciente de que, en el mundo antiguo, 'académico' era usado solamente para los miembros de la Academia escéptica (Cf. Annas, Julia ([2000] 2007), p. 138). En La Historia natural de la religión, Hume habla de los "principios mismos de Marco Aurelio, Plutarco y algunos otros estoicos y académicos", calificando así a Plutarco como un académico. Sobre este punto, véase también la nota 24 del artículo de Annas, Julia ([2000] 2007), p. 147.

[13] Popkin, Richard (1952), "David Hume and the Pyrrhonian Controversy", en The Review of Metaphysics, Vol VI, 1, Septiembre, p. 74.

[14] Véase Sexto Empírico (1993), Esbozos Pirrónicos, trad. Antonio Gallego Cao y Teresa Muñoz Diego, Madrid, Gredos, I, 10, 19, pp. 58-59.

[15] Véase Olaso, Ezequiel de (1977), pp. 133-134. Esta explicación no aparece en la versión más actualizada y desarrollada del mismo artículo (Véase Olaso, Ezequiel de (1981), pp. 23-24).

[16] HP I, 4, 10, p. 55.

[17] HP I, 7, 13-14, p. 56.

[18] HP I, 7, 13-14, p. 56.

[19] Cf. Olaso, Ezequiel de (1981), p. 31.

[20] Cf. THN, S.B., p. 183; F.D., p. 271.

[21] THN, S.B., p. 183; F.D., p. 271.

[22] Según de Olaso, Hume pudo haber extraído tal asimilación de 'juicio' y 'creencia' de la lectura del Traité philosophique de la foiblesse de l' esprit humain (1723) del obispo Pierre-Daniel Huet. Cf. Olaso, Ezequiel de (1981), p. 37.

[23] THN, S.B., p. 86; F.D., p. 149. En el original, los términos "belief" y "assent" aparecen en cursiva.

[24] Resumen, p.137.

[25] THN, S.B., p. 96; F.D., pp. 160-161. Las mayúsculas son del texto original.

[26] A fin de resaltar la confusión que rodea al término "creencia", el citado comentarista señala los "varios tipos de significado". Cf. Olaso, Ezequiel de (1981), pp. 37-38.

[27] Cf. THN, S.B p. 183; F.D. p. 271.

[28] Cf. HP, I, 10 y 11, 19-24, pp. 58-60.

[29] Véase OLASO, Ezequiel de (1981), p. 36.

[30] Kemp Smith afirma que Hume mantiene en el Tratado una "visión teística de la naturaleza" y, aun después, cuando en los Diálogos sobre religión natural rechaza dicha visión, continúa sosteniendo de la misma manera que Shaftesbury y Hutcheson la "visión dominante de la Naturaleza como predestinada guía del hombre," ya que le resultaba favorable a su temperamento social, de buen trato, optimista y mundano. Cf. Kemp Smith, Norman ([1° ed. 1941], 1966), The Philosophy of David Hume. A critical of its origins and central doctrines, New York, St. Martin's Press, p. 563.

[31] Robert Fogelin piensa que los intérpretes de Hume, que minimizan el momento escéptico de su posición, malinterpretan las tendencias fundamentales de su filosofía, incluyendo los temas naturalistas a los que dan importancia. Por ejemplo, hace referencia al David Hume de Nicolás Capaldi (Boston, Twayne, 1975) que representa la versión extrema de esta nueva manera de interpretar a Hume, aunque no es el único, ya que otros en diversos grados y modos lo han sido seguido. Cf. Fogelin, Robert J. (1983), "The Tendency of Hume's Skepticism", en Burnyeat, Miles (ed.), The Skeptical Tradition, Berkeley/Los Angeles/London, pp. 397. Otro ejemplo es Stroud, Barry (1977), Hume, London, Routledge and Kegan Paul, traducción castellana de Antonio Zirión ([1986]; 2005), México, Universidad Nacional Autónoma de México.

[32] Así, por ejemplo, podemos citar algunas obras importantes: Noxon, J. (1973), Hume's Philosophical Development, Oxford, Clarendon Press, pp. 12-13; Fogelin, R. J. (1985), Hume's Skepticism in the Treatise of Human Nature, London, Boston, Melbourne and Henley, Routledge and Kegan Paul, p. 2; Wright, J. P. (1983), The Sceptical realism of David Hume, Manchester, Manchester University Press, p. 4; Norton , D. F. (1982), David Hume: Common-Sense Moralist, Sceptical Metaphysician, Princeton, Princeton University Press, pp. 8-9; Olaso, Ezequiel de (1981), p. 20; Smith, Plínio Junqueira (1995), O Ceticismo de Hume, Sao Paulo, Loyola.

[33] Smith incluye en esta línea a autores como Reid, Kant, Popkin, Fogelin, Michaud y de Olaso. Para nosotros habría que analizar si es justo comparar la interpretación de Popkin, Fogelin y de Olaso con la interpretación de Reid y Kant. Cf. Smith, Plínio Junqueira (1995), p. 13.

[34] En esta línea Plinio Smith ubica a Kemp-Smith, Barry Stroud, N. Capaldi, J.P. Monteiro. Cf. Smith, Plínio Junqueira (1995), p. 13.

[35] Hume afirma en la primera Investigación que "hay una especie más moderada o filosofía académica que puede ser a la vez duradera y útil y que puede, en parte, ser el resultado de este pirronismo, o escepticismo excesivo, cuando el sentido común y la reflexión, en alguna medida, corrigen sus dudas imprecisas." EHU, S.B., p. 161; JSO p. 188.

[36] Cf. Sanfélix Vidarte, Vicente (1994), p. 61. Allí dice que "Hume no duda de que la conclusión pirrónica (...) de que no hay un fundamento estrictamente racional que pueda aducirse para justificar nuestras prácticas teóricas y morales o nuestros juicios estéticos (...) es una conclusión que desde luego podemos tener por cierta. (...) El pirronismo es la respuesta. El pirronismo es la teoría metafísica correcta".

[37] Cf. THN, S.B., p. 264 y 269; F.D., p. 371 y 377.

[38] Aunque Tomás Calvo Martínez afirma, apoyado en el testimonio de Aristocles, que Pirrón sólo constituye "un momento terminal de una tradición que le antecede," cf. Calvo Martínez, Tomás (1992): "El pirronismo y la hermenéutica escéptica del pensamiento anterior a Pirrón", Revista Latinoamericana de Filosofía, Vol. XVIII, 2, Primavera.

[39] THN, S.B., p. 269; F.D., p. 378.

[40] THN, p. 270; F.D. p. 379.

[41] Cf. Penelhum, Terence (1983), God and Skepticism. A Study in Skepticism and Fideism, Dordrecht/Boston /Lancaster, D. Reidel Publishing Company, pp. 120-121.

[42] Véase Annas, Julia ([2000] 2007), p. 137.

[43] Ibidem.

[44] Según la opinión de Ezequiel de Olaso, Hume habría sido un traidor al escepticismo pirrónico al infringir la epoché diciendo que las cualidades no se corresponden con las cosas. Cf Olaso, Ezequiel de (1981), p. 25-26).

[45] HP, I, 10, 19, p. 59 (cursivas nuestras).

[46] THN, I, IV, S.B., p. 187; FD., p. 277.

[47] EHU, S-B. p. 153; JSO. p. 180.

[48] Entiéndase "correctamente" como "escépticamente" o "pirrónicamente".

[49] Véase HP, I, 11, 23-24, p. 60.

[50] EHU, S-B. p. 26; JSO. p. 49. Cf. THN, S.B., p. 73; F.D., pp. 131-132.

[51] EHU, S-B. p. 25-26; JSO p. 48.

[52] THN, S.B., p. 90; F.D., p. 153.

[53] THN, S.B., p. 92-93; F.D., p. 156.

[54] Ibidem.

[55] Ibidem.

[56] Ibidem. En cursivas en el original.

[57] EHU, S.B., p. 24; JSO., p. 40.

[58] Véase Annas, Julia ([2000] 2007), p. 142.

[59] Idem, p. 143.

[60] Titulado "Si el escéptico dogmatiza".

[61] HP, I, 7, 13, p. 56.

[62] Sexto Empírico afirma también que ".el fundamento de la construcción escéptica es ante todo que a cada proposición se le opone otra proposición de igual validez." Cf. HP, I, 6, 12, p. 55.

[63] Esto lo dice literalmente en el Treatise, I, III, 5, S.B., p. 86; p. F.D., p. 149; pero lo vuelve a expresar en la Sección VII de esa misma parte: en los primeros párrafos de las pp. 94 y 96, según la edición de Selby-Bigge (158 y 160, según la de Felix Duque).

[64] Resumen, p. 135 (cursiva en el original).

[65] Es obvio que, para Sexto Empírico, escépticos son únicamente los pirrónicos y no los académicos. Por otra parte, Sexto no establece diferencia alguna entre los pirrónicos mismos, sino que los trata como si pertenecieran a una orientación filosófica homogénea y unitaria. Cf. Olshewsky, Thomas (1991), p. 270.

[66] Cf. Frede, Michael (1997), "The Sceptic's Belief", en Frede, Michael y Burnyeat, Myles (eds.), The Original Sceptics: A Controversy, Indianapolis, Hackett. Dentro de esta interpretación tradicional o habitual del escepticismo quedaría incluido, por ejemplo, Ezequiel de Olaso al afirmar que "el pirrónico no afirma ni niega, ni siquiera probabilísticamente". Cf. Cabanchik, Samuel (1993), El revés de la filosofía. Lenguaje y escepticismo, Buenos Aires, Editorial Biblos, p. 63. Sin embargo, según nos informa Cabanchik, la cita de Olaso en la que se basa para incluirlo dentro de la interpretación habitual corresponde a Escepticismo e ilustración. La crisis pirrónica de Hume a Rousseau (1981); dicha posición habría sido modificada posteriormente por Olaso en trabajos inéditos posteriores, acercándose en algunos aspectos a la posición de Frede.

[67] Cf. Frede, Michael (1997), p. 2.

[68] Idem, pp. 7-8.

[69] En oposición a la innovadora tesis de Frede, Myles Burnyeat, al equiparar creencia con "la aceptación de algo como verdadero", concluyó que el principal enemigo del escéptico pirrónico es la creencia. El sentido que le dio este autor al término "creencia" es semejante al de juicio; y como el escéptico se caracteriza justamente por la epoché -suspensión del juicio-, no podría tener creencias. Cf. Burnyeat, Myles (1997), "Can The Sceptic Live His Scepticism?", en Frede, Michael y Burnyeat, Myles (eds.), Op.cit. p. 33-34, 37. Según Burnyeat, todo lo que admite el escéptico es una impresión pasiva (phantasía) o una experiencia (pathos) expresada en una declaración sin pretensiones de verdad. El pirrónico "anuncia su propia experiencia sin creencia, sin aserción sobre cosas externas" Cf. Burnyeat, Myles (1997), p 51. Jonathan Barnes fue del mismo parecer; pues, sostuvo que el pirrónico no cree, sino que expresa o confiesa sus estados mentales. Cf. Barnes, Jonathan (1997), "The Beliefs of a Pyrrhonist", en Frede, Michael y Burnyeat, Myles (eds.), Op.cit., pp. 58-91. Además este autor propuso una interesante distinción entre dos clases de pirronismo: a) el "rústico" que dirige la epoché contra toda cuestión que aparezca; b) el "urbano" (o "caballeresco") que sólo dirige la epoché a cuestiones filosóficas y científicas pero no deja de creer en la mayoría de las cosas que cree la gente común. Si bien reconocía que en los Esbozos Pirrónicos hay elementos para ambas interpretaciones, Barnes consideraba que Sexto había sido un pirrónico rústico; esto es, un pirrónico sin ningún tipo de creencia. Cf. Barnes, Jonathan (1997), pp. 61-62)

[70] Hume, David (1993), Principal Writings on Religion including Dialogues Concerning Natural Religion and The Natural History of Religion, edited with an Introduction by J.C.A. Gaskin, Oxford-New York, Oxford University Press, p. 121. Hay versión en castellano, Hume, David (1979): Diálogos sobre religión natural., traducción de Edmundo O'Gorman y prólogo de Eduardo Nicol, México, FCE, pp. 154-155. No obstante, hay otras versiones en castellano; por ejemplo: Hume, David (1994), Diálogos sobre religión natural, Trad. de Carmen García Trevijano, Madrid, Tecnos. Noxon se ocupa del problema de interpretar cuál de los personajes es el vocero de Hume y sostiene que la única vez que Hume habla por si mismo es en la nota al pie de página que aparece en la Parte XII, "el único lugar disponible -según palabras de este comentarista- en una composición semejante para hacer escuchar su propia voz". Véase, Noxon, James ([1964] 1968), "Hume Agnosticism", en Hume, Vere Chapell (ed.), Notre Dame-Indiana, University of Notre Dame Press, p. 379.

[71] Véase Popkin, Richard H. (1980), "Introduction" Dialogues Concerning Natural Religion and the Posthumous Essays Of the Immortality of the Soul and Of Suicide, Richard H. Popkin (ed.), Indianapolis-Cambridge, Hackett, p. XIV.

[72] HP, III, 3, 2, p. 232. También Cotta, el personaje escéptico de los diálogos de Cicerón, manifiesta algo semejante en relación con los asuntos religiosos: "yo debía mantener las creencias relativas a los dioses inmortales que han llegado hasta nosotros desde nuestros antepasados, así como los ritos, ceremonias y deberes de la religión. Por mi parte, siempre los mantendré y siempre lo he hecho así, y ninguna elocuencia, sea de quien sea, docta o inculta, nunca podrá apartarme de la creencia sobre el culto de los dioses inmortales que he heredado de nuestros antepasados." Cf. Ciceron, Marco Tulio (1984), Sobre la naturaleza de los dioses, trad. Francisco de P. Samaranch, Madrid, SARPE, III, ii, p. 215.

[73] THN, S.B. p. 268-269; F.D. p. 377.

[74] Véase HP, I, 11, 21-23, pp. 59 y 60.

[75] ANNAS, Julia ([2000] 2007), p. 137.

Bibliografía

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