Revista de Filosofía y Teoría Política, 2010, nº 41, p. 253-255. ISSN 2314-2553
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Filosofía.

Reseña/Review

Feierstein, Daniel; (2007); El genocidio como práctica social : Entre el nazismo y la experiencia argentina; Bs As; Fondo de Cultura Económica

Myrna Edith Bilder

Universidad Nacional de La Plata


D. Feierstein nos propone una mirada novedosa sobre el nazismo, ya que se atreve a formular un interrogante que la historiografía ha tenido dificultades para formular: por qué fueron los judíos y los gitanos -y no algún otro grupo- el blanco fundamental de persecución por parte del nazismo. Según señala Feierstein, la no formulación de esta pregunta, contiene implícita una afirmación: la identidad judía es genética u ontológica, lo que lleva a situar la explicación de su exterminio en un contexto biopolítico, como por ejemplo los trabajos de Roberto Espósito, quien ve en el exterminio judío un intento del nazismo por expandir y perfeccionar el sustrato biológico del Estado. El trabajo de Feierstein no se inscribe en un marco estrictamente biopolítico, pero sí tiene su punto de partida en las tecnologías de poder de la modernidad que analiza M. Foucault y en la concepción del ejercicio del poder bajo la forma del gobierno. La idea de que en la modernidad gobernar consiste en conducir conductas, le lleva a preguntarse si acaso en los genocidios la muerte no es un fin en sí mismo, sino una herramienta o un medio para otra cosa; si la muerte no reviste quizás un carácter afirmativo o productivo. Esto le lleva a considerar lo que estima son las contradicciones de la modernidad implícitas en los ideales de igualdad, soberanía, autonomía. Hace una interpretación del racismo biologicista como aquello que permite introducir una fisura en el concepto de igualdad entre todos los individuos, establecido por el ordenamiento político moderno. A esto le sigue luego la deriva tanatopolítica de la biopolítica: la muerte de unos es necesaria para proteger la vida del conjunto, lo que permite la legitimación del asesinato estatal. Ahora, señala Feierstein, si bien el racismo biologicista permitió la resolución de las dos primeras contradicciones del sistema político moderno, no resultó suficiente para resolver una tercera contradicción: la autonomía individual y colectiva. En su análisis del nazismo, Feierstein rescata algunos puntos que califica como olvidados o poco explorados por la historiografía, como por ejemplo, la existencia no sólo de campos de exterminio, sino también de campos de concentración, tempranamente abiertos, y habitados no sólo por judíos, sino también por muchos otros. Habitaron los campos de concentración los gitanos que se negaban a asumir el alemán como lengua materna y a diluir su cultura centenaria, junto con todos aquellos que mostraban resistencia para su normalización sexual o productiva: los locos, los discapacitados, los homosexuales, los vagos sin trabajo, y también los disidentes políticos, y finalmente se ubica allí a quienes fueron el foco mayor de persecución y además de exterminio: los judíos, aquellos que se habían opuesto sistemáticamente durante siglos a negar su identidad, e intentaban preservar su cultura, negándose a renunciar a ella en nombre de la normalización estatal. La autonomía y la autodeterminación de su pensamiento y su accionar es el rasgo en común entre todos estos grupos, pero hay algo más, aun más importante, y que es aquello que según Feierstein disgusta sobremanera al nazismo: la autonomía colectiva. Ésta no se entiende como la autonomía en términos individuales, en el sentido del sujeto individual liberal, sino como la posibilidad de prácticas autónomas por parte de un colectivo en tanto grupo social. Concluye el sociólogo que lo que hizo a estos grupos objeto de persecución fue su supuesto potencial subvertor o su inasimilabilidad para el orden político imperante. Afirma que si bien hallamos en el nazismo un discurso de persecución y exterminio que desde lo explícito giraba en torno al ser -al carácter ontológico de la identidad judía- éste, en realidad, se fundamenta y ancla en una praxis, develándose así el carácter político de un exterminio que se pretendió racista-biologicista. Feierstein intenta hacernos ver que la muerte en el nazismo no fue un fin en sí mismo, sino un medio, un mecanismo destinado a producir una reorganización o refundación de la sociedad. Acuña el concepto de genocidio reorganizador, una forma de exterminio cuyo eje u objetivo no está en la mera aniquilación de poblaciones, sino en las consecuencias que produce en los miembros sobrevivientes de los grupos victimizados y en el resto de la población. Más específicamente, propone el concepto de práctica social genocida -reservando el término genocidio para su utilización en el ámbito jurídico- a la que define como una tecnología de poder cuyo objetivo radica en la destrucción de relaciones sociales de autonomía individual y colectiva, por medio del aniquilamiento de una fracción relevante de la sociedad, y por los efectos del terror que éste provoca en el resto de la sociedad. Se propone no tanto la eliminación de una fuerza social o de un grupo social, como la eliminación de una relación social: la reciprocidad entre pares o la autonomía colectiva. Busca clausurar aquellas relaciones sociales que generan fricciones o mediaciones al poder en su ejercicio.

Finalmente, Feierstein establece una articulación también novedosa entre la experiencia argentina de la última dictadura militar y la experiencia del nazismo, en torno al concepto de autonomía. Según el autor, el Proceso de reorganización nacional dejó de lado la metáfora biológica, y tanto desde el discurso como desde la praxis se dirigió a la persecución de las formas de autonomía política. Considera Feierstein que ambos fenómenos -el nazismo alemán y el terrorismo de estado argentino-, presentan en común el artefacto político del campo de concentración y la necesidad de un número sustancial de muertes para aterrorizar a la población y generar así la clausura de cierto tipo de relaciones sociales. De esta manera, el libro presenta una interesante perspectiva para pensar las prácticas sociales que fueron -y son- condición de posibilidad de los exterminios sistemáticos de partes importantes de la población a la vez que se adentra en el impacto profundo de dichas prácticas en la estructuración futura de la sociedad.

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