Revista de Filosofía y Teoría Política , no. 45, 2014. ISSN 2314-2553
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Filosofía

 

RESEÑA / REVIEW

 

Ricardo Camargo, El sublime re-torno de la ideología. De Platón a Zizek, Santiago de Chile, Ediciones Metales pesados, 2011, 289 pp.

 

 

Gustavo P. Guille

Universidad de Buenos Aires
Argentina

 

Cita sugerida: Guille, G. (2014). [Reseña del libro " El sublime re-torno de la ideología. De platón a Zizek de Camargo, R.]. Revista de Filosofía y Teoría Política, (45). Recuperado de: http://www.rfytp.fahce.unlp.edu.ar/article/view/RFyTPn45a08

 

A lo largo del último siglo se ha querido sancionar, en más de una oportunidad, la muerte de la ideología. Uno de los intentos más recientes y renombrados fue llevado adelante por Francis Fukuyama, quien a comienzos de la década del '90 decretaba, junto con el fin de la historia, el fin de las ideologías. En los últimos años, sin embargo, hemos asistido a cierto reverdecer de los estudios sobre la ideología. El libro de Ricardo Camargo da testimonio de ese retorno.

Como se indica desde el título de la obra –parafraseando el célebre trabajo de Slavoj Zizek– se trata de un sublime re-torno, del retorno de un espectro. Un espectro que asedia, que recorre, a pesar de los numerosos intentos por conjurarlo, “los pasillos de la academia”. La resistencia “casi heroica” de la noción de ideología se revela, para Camargo, como un indicio de la potencia teórica que todavía habita en ella. Como señala Ernesto Laclau en su breve prólogo, el libro de Camargo se presenta como una respuesta a la pregunta sobre qué terreno queda aún “para pensar un campo analítico en el que lo ideológico pueda cumplir una tarea teórica relevante” (p. 9). Para encontrar esa respuesta, Camargo realiza un recorrido histórico exhaustivo que lo llevará de Platón a Zizek.

El libro de Camargo puede estructurarse en tres partes. En la primera, se rastrean los antecedentes epistemológicos de la noción de ideología en un período preideológico (laAntigüedad griega y la modernidad). Para Camargo, la tradición epistemológica clásica (Platón y Aristóteles) se plantea la cuestión respecto de qué debe ser considerado conocimiento auténtico y por qué. Para dilucidar dicho interrogante, la tradición clásica asume “una estructura binaria de análisis” en la que distingue realidad vs. apariencia. Así, para afirmar la adquisición de un conocimiento válido –realidad– se requiere la presencia de la categoría opuesta, la apariencia o ilusión. La tradición clásica asume, además, otras dos distinciones: la primera de ellas se produce entre el individuo y lo social, en cuanto el primero no se concibe como condicionado por constricción externa alguna; la segunda, contenida implícitamente en la anterior, es para el autor la distinción sujeto/objeto. La alegoría de la caverna –y la filosofía platónica en conjunto– no sólo ilustraría de modo ejemplar la posición clásica, sino que le daría origen.

De acuerdo con el autor, para que la ideología tenga lugar como nuevo campo de investigación teórica debe producirse un reordenamiento o transformación de estas distinciones (p. 22). Algo que no sucederá, para Camargo, durante la modernidad. Pues el debate entre racionalismo y empirismo –que domina el pensamiento moderno– no escapa al entrampamiento provocado por la distinción clásica realidad/apariencia, a la vez que ambas corrientes de pensamiento se mueven dentro de la insuperable distinción sujeto/objeto, centrando su reflexión filosófica en un individuo aislado de los condicionamientos sociales.

Sin embargo, ya en la segunda parte del libro, el autor indica que será a partir de la evolución y el análisis crítico de este debate, contenido en el materialismo clásico de Feuerbach y el idealismo alemán de Kant y Hegel, que Marx podrá elaborar su propia reflexión en torno a la noción de ideología. Ello debido a que Kant, a través del llamado giro copernicano, comienza a resolver de manera nueva el problema del conocimiento –al precio de limitarlo a lo que para él son sólo las apariencias fenoménicas de las cosas reales– postulando que el objeto debe adecuarse a las condiciones de posibilidad de conocimiento del sujeto. De este modo, sostiene el autor, a pesar de seguir inmerso en la dicotomía platónica realidad/apariencia, Kant lograría superar la separación epistemológica entre sujeto y objeto. Hegel, por su parte, sería “el primero” en superar la distinción entre apariencia y realidad, pues aunque utiliza ambas categorías, éstas aparecen contenidas dentro de “un mismo sistema conceptual” (p. 111).

En este punto, el autor se detiene en el surgimiento de la noción de ideología en la obra de Marx. A partir de la crítica que este dirige a las tesis de Hegel –crítica que se centra en la noción hegeliana de esencia de las cosas, en tanto “excluye el carácter preponderante de las prácticas sociales en la formación de las ideas”– (p. 114), Marx puede otorgar a las relaciones sociales y a las prácticas históricas de los sujetos un lugar central en la explicación del origen de las ideas y no al revés. Camargo sostiene que el conocimiento y el error, así como la falsedad, “son concebidos por Marx como constructos sociales”, lo cual hace posible “por primera vez el estudio de la ideología como problema epistemológico específico” (p. 118). De modo que los desarrollos elaborados por Marx permiten asumir que un discurso político pueda concebirse, a la vez, como falso pero fenomenológicamente real.

Luego de considerar los distintos aspectos de la teoría de la ideología presente en los escritos de Marx, Camargo se detiene (en la tercera parte del libro) en el análisis de las diversas corrientes teóricas que surgieron con posterioridad al trabajo de Karl Marx. A pesar de las diferencias que pueden encontrarse entre las distintas posiciones, tanto modernas como contemporáneas, que animan el debate en torno a la teoría de la ideología, Ricardo Camargo señala un punto común a todas ellas: la adopción de una determinada “condición de conocimiento verdadero” (p. 131). El autor resalta que, en sí mismo, ello no debería constituir un motivo de impugnación, a no ser que tal “point d'appui” sea colocado al margen y más allá de la “realidad analizada”. Así, el autor pasa revista sucesivamente al proyecto descriptivo de la ideología –que encuentra en el método un criterio de verdad–, al intento de Michael Freeden por superar las limitaciones positivistas, a la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt y a la posición posmarxista de Ernesto Laclau.

Llegados a este punto nos encontramos con la última sección del libro, titulada “Zizek avec Habermas. El problema de la verdad y la ideología”, en la que reside la tesis central de Camargo. Es en el cruce de la teoría de la acción comunicativa de Habermas, vista a través de los lentes proporcionados por la teoría de la ideología formulada por Zizek donde Camargo encuentra una “nueva oportunidad de resurrección” para la noción de ideología. A pesar de la crítica zizekiana a la teoría de la verdad propuesta por Habermas– o justamente gracias a ella–, Camargo postula tanto la posibilidad como la necesidad de una noción universal –aunque ficticia– de verdad, que encontraría su mejor versión en la formulación zizekiana de lo real como lo “reprimido primordial”; es decir, en palabras de Zizek: “la X irrepresentable en cuya represión la propia realidad está fundada” (p. 208).

De este modo, Camargo se rehúsa a abandonar la indagación respecto de lo verdadero y lo falso, que significaría ceder el paso a la confusión típicamente posmoderna. De ello no debería seguirse, insiste el autor, que la única “condición de conocimiento verdadero” posible sea la anclada en la tradición platónica. Por el contrario, una concepción de la ideología revitalizada debe mantener la distinción entre la necesidad universal y las determinaciones particulares de la condición de conocimiento verdadero; lo cual demanda, para Camargo, “una reproblematización de la noción de praxis de los individuos”, la que debe ser concebida “como el locus central de la materialización de la operación ideológica, e inversamente, como la principal condición de posibilidad de lo verdadero” (p. 273). La apuesta de Camargo consiste en esa reconceptualización de la noción de praxis, a partir de la cual resultaría posible concebir una noción de ideología que retenga “cierto carácter emancipador” operado a través “de la transformación de las condiciones que encuadran la praxis de los individuos” (p. 273). Es esto lo que permitiría el entrecruce entre Zizek y Habermas.

El texto finaliza con un excurso: “Del «crecimiento con equidad» al «sistema de protección social»: La matriz ideológica del Chile actual (1990-2010)”, en el que Camargo realiza un excelente ensayo de aplicación teórico-política de las tesis presentadas, con un profundo análisis de la matriz ideológica que ha hegemonizado los discursos políticos de la transición democrática en Chile.

 

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